Se ha confirmado que 84 menores murieron en el centro
presuntamente víctimas de los maltratos de sus responsables.
Medio siglo después se ha
confirmado que más de 50 menores murieron en la Escuela Industrial para Jóvenes
Arthur G. Dozier de Florida, presuntamente por las torturas que les
infringieron sus cuidadores y de los que nunca se volvió a saber.
Aquel campo de concentración para
niños, a los que se les tildaba de incorregibles, cerró definitivamente sus
puertas en junio del año pasado, tras más de un siglo de controvertida
existencia. Los investigadores que llevan el caso, han confirmado que 84
menores murieron en el centro, en cuyos registros únicamente constan 31
fallecimientos oficiales “por accidentes o causas naturales”.
Roger Dean Kiser, alumno de ese centro entre 1959 y 1961, decidió relatar sus vivencias en su libro ‘Los niños de la Casa Blanca, una tragedia americana’, que salió en 2009 y que provocó una exhaustiva investigación.
Los jóvenes ‘problemáticos’ eran llevados a la Escuela Industrial, por el único delito de ser huérfanos, provenir de hogares con padres autoritarios o ser víctimas de abusos físicos y sexuales. Daba igual, todos acababan realizando trabajos forzados en sus granjas con la connivencia de generaciones de políticos y jueces locales.
El centro Arthur G. Dozier parecía un campus universitario. Los enormes y vistosos edificios, la piscina olímpica o el campo de fútbol americano con la hierba perfectamente cortada servían para tranquilizar a los jóvenes que allí llegaban. Era la coartada perfecta para encubrir casi un siglo de maltrato juvenil, resalta el portal ‘Lainformacion.com’.
Roger Dean Kiser, alumno de ese centro entre 1959 y 1961, decidió relatar sus vivencias en su libro ‘Los niños de la Casa Blanca, una tragedia americana’, que salió en 2009 y que provocó una exhaustiva investigación.
Los jóvenes ‘problemáticos’ eran llevados a la Escuela Industrial, por el único delito de ser huérfanos, provenir de hogares con padres autoritarios o ser víctimas de abusos físicos y sexuales. Daba igual, todos acababan realizando trabajos forzados en sus granjas con la connivencia de generaciones de políticos y jueces locales.
El centro Arthur G. Dozier parecía un campus universitario. Los enormes y vistosos edificios, la piscina olímpica o el campo de fútbol americano con la hierba perfectamente cortada servían para tranquilizar a los jóvenes que allí llegaban. Era la coartada perfecta para encubrir casi un siglo de maltrato juvenil, resalta el portal ‘Lainformacion.com’.
Detrás de toda esa belleza se
escondían sangrientas palizas, violaciones e incluso
asesinatos
“Detrás de toda esa belleza se escondían sangrientas palizas, violaciones e incluso asesinatos (…) El demonio se escondía detrás de cada árbol, de cada edificio”, asegura Kiser, quien recuerda “un pequeño edificio al que llamaban la ‘Casa Blanca’ y en el que se torturaba a todo aquel que se saltaba las reglas”.
De momento se han descubierto 18 tumbas con restos que aún no se han podido identificar. Pero la depuración de responsabilidades y el castigo a los culpables de las torturas de esta escuela se ven dificultadas, debido a que la ley impide que los restos se exhumen sin la autorización de las familias de las víctimas.
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