lunes, 26 de noviembre de 2012

EL HOMO-SAURUS: ASÍ SERÍAMOS LOS “HUMANOS” SI DESCENDIÉRAMOS DE LOS DINOSAURIOS


Las especies animales y vegetales que hoy habitamos el planeta sólo son una de las infinitas posibilidades que se hubieran podido dar a lo largo de la evolución, una de las múltiples salidas al “laberinto evolutivo” condicionado por infinidad de variables, desde el clima a la geología, pasando por la disponibilidad de nichos ecológicos, tal y como expone elocuentemente Edward O. Wilson en su último libro, ‘La conquista social de la Tierra’.


Que unos homínidos bípedos “eusociales” y muy inteligentes como el homo sapiens hayan logrado dominar el planeta con tal rotundidad (con permiso de las hormigas) es, por tanto, poco menos que un accidente o tal vez el desenlace de una concatenación de azares. Otro mundo es posible: por ejemplo, uno en el que los dinosaurios, en lugar de extinguirse hubieran evolucionado hasta convertirse en bípedos sociales y que hoy, 400 millones de años después, ocuparan el rol que tenemos los humanos.

Se trata de una idea más próxima a la ciencia-ficción (o a la biología-especulación) que a la ciencia, lanzada en los años ochenta por el eminente paleontólogo Dale Russell y que ahora recupera Wilson como ejemplo de lo que podía haber sido y no fue (o, quién sabe, acabará siendo). Russell lanzó la hipótesis de un “dinosauroide”, una suerte de dinosaurio antropomórfico e inteligente que eventualmente hubiera dominado la Tierra, de no haberse extinguido antes.

Concretamente, el hipotético homo-saurus descendería de los Trodóntidos o de los Dromeosaurios (el equivalente a nuestros primates), dos familias de reptiles ancestrales cuyas cualidades les hacen idóneos para tal “cometido: eran “ágiles, rápidos, inteligentes y gregarios”, cuenta Hugo Jiménez en Red Historia. Gracias a estas habilidades, los dinosuaroides hubieran podido hacerse preeminentes en una “Tierra bis”, dominando y sometiendo a los reptiles más grandes gracias a su habilidad, igual que los humanos hemos hecho con el resto de la fauna del planeta.

Evidentemente, toda esta hipótesis hay que cogerla con pinzas. Para empezar, Russell está condicionado de un acentuado antropocentrismo, guiado por la convicción (o el deseo) de que el hombre es el culmen de la evolución y que cualquier otro ser vivo que alcanzara semejante dominio sobre el entorno habría de ser bípedo, terrestre y social. Sin embargo, en un escenario completamente distinto tal vez un especie de ave o bien un microbio o un insecto podría “dominar” la Tierra como lo hace hoy el hombre.

En su libro Wilson expone diversas razones por las que esto no podría ser así (un insecto, por ejemplo, no puede dominar el fuego) pero, una vez más, estamos demasiado condicionados por los árboles del principio antrópico como el bosque de las biologías posibles.

Finalmente, Russell es un científico serio (a él le debemos, entre otras cosas, la conexión entre los extintos dinosaurios y las aves actuales), pero este tipo de hipótesis dan alas a chalados como David Icke, que sostienen que una parte de la Humanidad (los más taimados) desciende de una raza extraterrestre, conocida como los “reptilianos”. Conspiranoia de la buena.

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