Algunas de las deformidades en los pies de los niños se
pueden apreciar desde el nacimiento, pero otras se dan durante su crecimiento.
Entre las primeras, las más frecuentes son el metatarso aducto, el pie talo
valgo y el pie zambo, señala Gaspar González, especialista del Servicio de
Traumatología y Ortopedia Pediátrica del Hospital Universitario La Paz de
Madrid.
“El metatarso aducto consiste en que la mitad anterior
del pie está torcida hacia adentro, mientras que el pie talo valgo se encuentra
casi pegado a la cara anterior de la pierna y está dirigido hacia fuera. Los
niños con pie zambo, sin embargo, tienen todo el pie orientado hacia adentro”,
aclara el doctor González.
El facultativo explica que tanto el metatarso aducto como
el pie talo valgo son deformidades “de origen postural que se deben al
‘empaquetado’ compacto del feto en las últimas semanas del embarazo”. Ambas, en
la mayor parte de los casos, se resuelven espontáneamente durante las primeras
semanas de vida.
El pie zambo, por su parte, es una deformidad con mayor
rigidez. El especialista señala que esta alteración precisa un tratamiento que
consiste en “manipulaciones e inmovilizaciones con yeso seriadas y una mínima
participación quirúrgica”.
Por otro lado, entre las deformidades que se ven a lo largo
del desarrollo del niño destacan el pie plano y el pie cabo, asegura el
experto. El pie plano se define por la ausencia de puente y por una huella
plantar aumentada. Se trata de una condición normal en los niños menores de
cinco años, que se corrige espontáneamente durante el crecimiento.
Sin embargo, “aproximadamente un 15 por ciento de la
población no sigue esta evolución y presenta un pie plano persistente”, precisa
el doctor González.
El especialista destaca que, entre estos casos, deben
identificarse los llamados pies planos patológicos, que se caracterizan por
“presentar algún tipo de limitación en la movilidad y que se manifiestan a
partir de los ocho o diez años con dolor”.
Asimismo, Esther Díaz, responsable de la Unidad de
Cirugía Ortopédica y Traumatología Infantil del Hospital Regional de Málaga,
afirma que una de las deformidades podológicas que con más frecuencia se ven en
las consultas es el pie plano valgo dinámico.
La doctora señala que este tipo de pies planos “son
frecuentes en la edad infantil debido a la hiperlaxitud, es decir, a una
flexibilidad mayor de lo normal en articulaciones, músculos, tendones y
cartílagos”.
La especialista apunta que la mayoría de los niños de
entre cuatro y ocho años tiene hiperlaxitud y afirma que con frecuencia dicha
hiperlaxitud fisiológica produce “un aplanamiento de la bóveda plantar del
pie”.
El pie cabo es otra de las deformidades que pueden
apreciarse a lo largo del desarrollo del niño. Los pequeños con esta afección
tienen un arco excesivo y una huella reducida.
El doctor González advierte de que en los casos con
deformidad progresiva o con dolor “debe descartarse una patología neurológica
subyacente”. Además, el facultativo asegura que no existe ningún tratamiento no
quirúrgico que corrija el pie cabo.
El experto recalca que la mayoría de los pies planos
desaparecen a lo largo del crecimiento y las deformidades posturales congénitas
como el metatarso aducto y el pie talo valgo también suelen corregirse por sí
solas.
Sin embargo, en lo referente a las deformidades de los
pies en la infancia, hay dos aspectos que hacen necesario el tratamiento
quirúrgico. “Uno de ellos es la presencia de rigidez o movilidad limitada, que
suele producir dolor y afectar a la realización de las actividades físicas
normales. La otra condición que requiere cirugía es la progresión de la
deformidad a lo largo del tiempo”, detalla el médico.
Además, el doctor aclara que ni las plantillas ni el
calzado ortopédico tienen capacidad correctora sobre las deformidades
descritas. “Pueden ser útiles en determinados casos para disminuir el dolor
asociado a un apoyo anómalo, pero no deben usarse con el objetivo de corregir
la deformidad”, apunta.
Seguir las recomendaciones de los especialistas es
igualmente necesario a la hora de comprar zapatos para los benjamines de la
casa. En este sentido, el doctor César Galo García Fontecha, en su web
traumatologiainfantil.com señala que la longitud del calzado de los niños debe
ser aproximadamente un centímetro mayor que el pie. “Si es menor, apretará los
dedos, especialmente por la tarde, y si es superior, provocará cansancio al
caminar”, asegura.
Otro de sus consejos es adquirir zapatos confeccionados
con materiales transpirables. De esta manera, se evitará la sudoración excesiva
y la aparición de dolencias cutáneas como las infecciones por hongos.
En el terreno del calzado, el doctor González afirma que
para el primer año de marcha lo más recomendable son las botas cortas, pues
proporcionan calidez y protección.
Más tarde, tanto el calzado deportivo actual como los
zapatos convencionales resultan suficientes para proteger el pie y para
mantener una movilidad adecuada. No obstante, “debe rechazarse el calzado
excesivamente rígido o demasiado blando”, detalla y añade que hay que comprar
zapatos que sean lo suficientemente anchos.
Por otra parte, González destaca que no se debe impedir
que los niños caminen descalzos si la superficie sobre la que lo hacen es
segura.
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