El campo científico más active en la última década ha
sido la neurociencia. Esa explosión en la investigación y nuestro entendimiento
sobre el cerebro humano, fue impulsada por una nueva tecnología llamada
resonancia magnética funcional, que se volvió ampliamente utilizada desde los
años noventa.
Pues ahora otra revolución tecnológica en la neurociencia
está gestándose, y esta quizá es aún más importante. El término del que hay que
estar pendientes en 2013 es la “optogenética”. No es un término muy sexi, pero
sí es una tecnología muy sexi.
La optogenética se remonta a 1979, cuando el ganador del
Nogel Francis Crick y sus colegas en el descubrimiento de la estructura del ADN
James Watson y Rosalind Franklin sugirieron que los neurocientíficos deberían
buscar aprender cómo controlar células específicas en el cerebro. Bueno, eso
ciertamente es un avance con gran potencial. Imagina poder encender y apagar
las neuronas en el cerebro de un animal desde afuera. Suena a que se estaría
convirtiendo a la criatura en un robot, suena a ciencia ficción, ¿no te parece?
Bueno, avanza treinta años y, adivina qué, ¡la
optogenética es una realidad! Así es como funciona… en general. Una
aproximación obvia sería pegar un pequeño electrodo al cerebro de un animal y
estimular las células usando la electricidad.
Hoy tenemos pequeños microelectrodos, pero todavía son
muy crudos para la tarea. Crick especuló que la luz podría ser usada como la herramienta
ideal. Eso resultó ser cierto: la optogenética implica insertar herramientas de
fibra óptica dentro del cerebro del animal, para poder controlar las neuronas
específicas usando pulsaciones de luz.
Aprender a emitirle luz a uno neurona no es la respuesta
completa, no obstante. Para que el método funcione, las neuronas tienen que ser
rediseñadas para que puedan reaccionar a la luz. Eso fue posible con el
sorprendente descubrimiento de un tipo de proteína que puede ser usada para
apagar y encender neuronas como respuesta a la luz.
La exótica proteína sensible a la luz no está presente en
neuronas normales, así que los científicos diseñaron una forma para insertarla.
Eso se logra a través de un tipo de trabajo genético llamado “transfección” que
emplea “vectores” como virus que infectan la neurona que se quiere y, una vez
allí, se inserta el material genético que haría que la neurona produzca la
proteína sensible a la luz.
Cuando todo eso se junta, se obtiene tecnología que
parece de ciencia ficción: neuronas genéticamente diseñadas que pueden
encenderse o apagarse según se quiera, dentro del cerebro de un animal vivo que
se mueve libremente.
Es el uso combinado de la óptica y la genética lo que le
da a la optogenética su nombre, pero no es el “cómo” lo que hace a la
optogenética algo emocionante, es el “qué”. Los científicos no la desarrollaron
para “apoderarse” del cerebro de una criatura. La desarrollaron para, como la
resonancia magnética funcional, aprender sobre el cerebro y su funcionamiento,
en este caso al estudiar el efecto de estimulación en tipos específicos de
neuronas.
La tecnología ya está empezando a dar sus frutos, y a
pesar de su reciente invención, lo que se dice que es que el Premio Nobel no
está lejos para sus desarrolladores. En una aplicación de la optogenética, los
científicos investigaron cómo las neuronas que producen dopamina, un
neurotransmisor en el cerebro, podría aumentar el sentimiento de recompensa y
placer. Ese trabajo podría ayudarles a los científicos a entender las patologías
relacionadas con el placer en depresiones clínicas.
En otra aplicación, los científicos estimularon
selectivamente celulares cerebrales en modelos animales con Parkinson, una
enfermedad que implica la interrupción de procesamiento de información en el
cerebro. La investigación dio nuevos enfoques sobre la enfermedad, y sobre la
forma en que operan las terapias que se usan actualmente. También sugirió
nuevas direcciones para la intervención terapéutica.
La esquizofrenia es otro desorden en el que hay problemas
con el procesamiento de la información. La ilusión de escuchar voces, por
ejemplo, puede generarse por la falla en un mecanismo interno de notificación a
una persona cuando sus pensamientos son “autogenerados”. La optogenética ha
sido empleada para entender mejor un tipo de actividad cerebral llamada
“oscilaciones gamma” que aparecen en la esquizofrenia y en el autismo.
Hoy, estamos lejos de la era en que una sola persona que
trabaja con uno o dos asistentes pueda hacer un gran avance tecnológico. Tomó,
en cambio, décadas de trabajo en muchos campos, que se juntaron, sólo muy
recientemente, para llevar a la realidad la visión de Crick.
Pero ahora que ya
tenemos a la optogenética, esta tecnología está destinada a cambiar la forma en
que tratamos las enfermedades mentales, y eventualmente, incluso, la forma en
que nos entendemos como seres humanos.
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