Auschwitz y el gueto de Varsovia han simbolizado tanto el
Holocausto que ha habido poco esfuerzo de memoria colectiva sobre los miles de
pequeños lugares donde el nazismo también llevó a cabo sus planes de
aniquilación humana. Los centros de exterminio en masa están bien documentados,
pero faltaba aplicar el microscopio. Eso es lo que está haciendo el Holocausto
Memorial Museum de Washington con su proyecto de «Enciclopedia de Campos y
Guetos».
El resultado, hasta la fecha, es un mapa de 42.500 campos
de concentración, guetos, factorías de trabajos forzados y otros lugares de
detención extendidos a lo largo de buena parte de Europa, de Francia a Rusia.
En total, entre 15 y 20 millones de personas murieron o estuvieron internadas
en esos centros, en su mayoría judíos, pero también integrantes de los otros
grupos perseguidos por el nazismo, como gitanos y homosexuales, así como otra
población de vastas zonas de Polonia, países bálticos y la URSS.
Números increíbles
«Las cifras son más altas de lo que originalmente pensamos. Ya de antes sabíamos qué horrible era la vida en los campos y guetos, pero los números son increíbles», asegura Hartmut Berghoff, director del German Historical Institute de Washington, donde un foro académico se hizo eco de las nuevas investigaciones, avanzadas por el «New York Times».
Las cifras, fruto de aportaciones de más de cien
historiadores locales, rastreadas a partir de testimonios de víctimas, hablan
por sí solas: 30.000 campos de trabajo forzado (los «esclavos» del nazismo),
1.150 guetos judíos, 980 campos de concentración, 500 burdeles de prostitución
obligada, y miles de centros para practicar la eutanasia sobre personas
dementes y mayores o forzar abortos.
Los números tienen diversas consecuencias. Una es la
constatación de que difícilmente la población alemana podía ignorar lo que
estaba en marcha. En Berlín, por ejemplo, los investigadores han documentado
unos 3.000 campos y «casas judías» donde se concentraba a detenidos antes de su
deportación hacia el Este. Según Martin Dean, editor del nuevo tomo de la
Enciclopedia, el segundo de cinco, «literalmente no podías ir a ningún lugar en
Alemania sin toparte con campos de trabajo forzado, campos de prisioneros de
guerra, campos de concentración… Estaban en todas partes». De manera que, insiste,
no son sostenibles las alegaciones de muchos ciudadanos alemanes de que en su
día no fueron conscientes de lo que ocurría con sus vecinos judíos.
Pleitos judiciales
Otra consecuencia es que puede aumentar el número de pleitos judiciales de las víctimas para recibir compensaciones económicas. Hasta ahora ha habido procesos que han implicado a grandes corporaciones industriales que se aprovecharon de la mano de obra esclava del Tercer Reich, pero pocas veces ha sido posible exigir indemnización a empresarios más modestos.
La documentación llega a localizar lugares de trabajos
forzados de escaso volumen, como el grupo que era enviado a la casa de una
ferviente nazi conocida como «Hermana Pía», donde internos del cercano Dachau
eran conducidos para cuidar el jardín y hacer otros trabajos de la casa, así
como construir juguetes para los hijos de la familia. «¿Cuántas reclamaciones
han sido rechazadas porque las víctimas estaban en un campo que ni siquiera
sabíamos cómo se llamaba?», se pregunta en el «New York Times» Sam Dubbin, un
abogado de Florida que representa a varios clientes que buscan compensaciones
de varias compañías de seguros europeas.
Archivos de la antigua Unión Soviética
La investigación para hacer un mapa completo de la geografía de los campos y guetos del nazismo tuvo un decisivo impulso con la apertura y sistematización de los archivos que pertenecieron a la antigua Unión Soviética. Según un portavoz del Museo del Holocausto de Washington, «al estar disponibles en las últimas décadas han sido particularmente cruciales para identificar guetos en lugares como Lituania y la Federación Rusa, que apenas eran mencionados en la documentación alemana». «Muchos de ellos fueron creados solo justo antes de las deportaciones o de los fusilamientos masivos, por lo que existieron poco tiempo», apunta Dean.
Por lo demás, en ocasiones las historias personales de
muchas víctimas quedaban focalizadas por su paso o muerte en uno de los grandes
campos de exterminio, sin tener en cuenta otros lugares de detención por los
que habían pasado. Es el caso de Henry Greenbaum, voluntario en el Museo. A los
doce años estuvo en el gueto de Starachowice, la población polaca en la que
vivía. Luego fue trasladado a un campo de trabajo próximo, mientras su familia
era llevada a Treblinka. Fue deportado a Auschwitz, pero después salió para
trabajar en una planta química con otros cincuenta prisioneros. De allí pasó a
otro campo de trabajo, cerca de la frontera checa. A los 17 años llegó a estar
en cinco lugares, «y nadie sabe de ellos; todo debería documentarse, es
importante para los más jóvenes».
No hay comentarios:
Publicar un comentario