Los temblores se producen por la inyección de aguas
sucias en la corteza terrestre, según revela un análisis geofísico.
Una insólita actividad sísmica fue registrada en las
afueras de la ciudad estadounidense de Dallas (Texas) el pasado fin de semana.
Un científico universitario atribuye tres temblores consecutivos al factor
humano.
Según informó el Servicio Geológico de EE.UU., dos
terremotos de magnitud 3,4 y 3,1 en la escala de Richter acaecieron cerca de la
medianoche el sábado al sudeste del aeropuerto internacional Dallas-Fort Worth (DFW).
Entre las sacudidas hubo cuatro minutos y unas decenas de metros de distancia
entre los dos epicentros. El tercer temblor, de magnitud 2,1, sucedió menos de
24 horas después y su epicentro se localizó a varias millas de los
anteriores.
Aunque hubo numerosas llamadas a los servicios de
emergencias, no se registró ningún incidente que realmente amenazara la vida de los habitantes de la zona.
En el Instituto Geofísico de Austin no
dudan de que el seísmo haya sido provocado por la actividad del hombre. El
director adjunto del instituto universitario, Cliff Frohlich, destaca que desde 2008 al menos un
temblor de magnitud superior a 3.0 sacude el condado cada año, excepto
en 2010.
A su juicio no fue una mera coincidencia que la corteza
terrestre empezara a temblar después de que las empresas petroleras
introdujeran una práctica de desplazar el petróleo de sus yacimientos naturales
cargando a los macizos geológicos millones de litros de aguas residuales. Se
hace bajo una presión muy alta que es impulsada por una potente reacción
química.
“Así pretenden deshacerse del agua sucia”, explica
Frohlich. “Un modo que la gente usa es bombearla hacia abajo”. Además, la
técnica de fractura hidráulica de las rocas libera el petróleo. Pero esas
operaciones son inseguras.
En un ensayo Frohlich analizó los 67 temblores
registrados entre noviembre de 2009 y septiembre de 2011 en todo la zona de 70
por 70 kilómetros que cubre la formación de pizarra de Barnett en el norte de
Texas. Los estudios revelaron que 24 de ellos tuvieron su epicentro cerca (a
menos de 2 millas o 3,2 kilómetros) de uno o varios pozos conocidos de
inyección de aguas sucias. Además, no se logró vincular ninguno de esos casos
con la actividad tectónica habitual.
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