El mundo católico celebró el Viernes Santo, considerado el día de
sacrificio de Jesucristo. En varios países multitudes de creyentes
salieron a las calles para demostrar su fe.
En el Vaticano el Papa Benedicto XVI presidió en el Coliseo de Roma el
Vía Crucis, una procesión que recuerda la pasión y muerte de Jesús.
Procesiones similares se realizaron en múltiples ciudades del mundo
católico, donde fieles voluntarios vestidos como judíos y romanos
hicieron recorridos por las principales vías, mostrando escenas claves
de los evangelios.
Así en México, Perú o Haití se realizaron multitudinarias procesiones.
Los fieles escenificaron en su propio cuerpo la pasión y muerte de
Jesucristo, en medio de dramatizaciones y cantos.
Desde primera hora de la mañana numerosos nazarenos inundaron las
calles con sus respectivas cruces de madera. A veces las cruces eran muy
difíciles de trasladar por su peso, por lo que necesitaron la ayuda de
otros.
Algunos fieles fueron más allá de la mera escenificación y se flagelaban su espalda con azotes de cuerdas.
En Cuba, se decretó asueto por primera vez desde la revolución, razón
por la que los católicos de la isla pudieron ver por la televisión
nacional el sermón del Cardenal.
En Filipinas, la conmemoración del Viernes Santo estuvo acompañada con
crucifixiones reales, en las que voluntarios demuestran su creencia
siendo clavados en la cruz. Esa práctica no es alentada por la Iglesia,
pero tampoco se censura a los practicantes.
Al final de la jornada se realiza otra procesión, la del Santo
Sepulcro, donde se le da sepultura a Jesús, a la que muchas personas
asisten vestidas de negro.
Las procesiones se reanudaran el domingo, para recrear la resurrección
y, de acuerdo con las autoridades de la Iglesia católica, éstas son las
más importantes, aunque las más emotivas para los fieles siempre han
sido las del Viernes Santo.
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