“Durante 9 años estuve enferma, varios médicos me
trataron y cada uno me dio diferentes diagnósticos, pase por herpes zóster,
hernia cervical, artritis y artritis reumatoide progresiva tratados, me
medicaron con corticoides y variados fármacos. Puedo decir que nada me sanó ni
alivió el dolor que sentía durante las 24 horas del día. Estaba invalidada por
dolencias, no podía caminar y menos valerme por mi sola. Cansada, comencé
indagar en medicina alternativa y llegué a los hongos del Tíbet, comencé
averiguar si en Chile alguien tenía, pasé semanas hasta que supe que alguien de
mi ciudad los regalaba”, cuenta Ruth Höppner Sáez desde Temuco.
Su historia no termina ahí. Dice que, al empezar a
tomarlos botó su bolso de medicamentos, se encomendó a los santos, a Dios y el
1 de abril de este año comenzó a beber el jugos de los “tíbicos” como se les
llama al brebaje que proporcionan estos famosos hongos.
Para qué voy a mentir, el primer día no aguantaba el
dolor, el segundo día, ya estaba menos adolorida y para qué les cuento, al
tercer día, amanecí sin ningún dolor. ¡No lo podía creer! Ya llevo 4 meses
aliviada y haciendo una vida normal, hasta salgo en bicicleta”, comparte
entusiasmada esta mujer que decidió difundir el poder sanador de estos a través
de Facebook “Hongos Del Tibet” .
¿Del Tíbet?
La leyenda sobre su origen señala que fue a inicios del
siglo XII en Asia central, cuando varios monjes tibetanos que salían a recoger
frutos vieron a un oso que agonizaba y usaba sus últimas fuerzas para frotarse
contra un árbol que estaba lleno de un sustancia blanca mucosa.
Días después
vieron, sorprendidos, al animal que se paseaba completamente sanado, por lo que
de inmediato examinaron el árbol y encontraron estos hongos blancos. Los
conservaron y probaron los poderes curativos que entregaban al tomarlos.
Sobre cómo salieron de los templos. “Se dice que la Madre
Teresa de Calcuta, en uno de sus viajes por la China, tuvo la oportunidad de
conocer a los monjes tibetanos y ellos le habrían enseñado el uso de estos
hongos milagrosos. Fue ella la que los dio a conocer con la finalidad de
aliviar las dolencias de los más pobres, pero con la condición de que nadie se
atreva a venderlos jamás, simplemente debían compartirse a quién lo necesite”,
explica Ruth Höppner.
De ahí, que se les conozca como “Hongos de la Madre
Teresa” y su mística sanadora que se conserva al ser regalados. “Si se venden
perdería la magia que les dio la religiosa y para que te lleguen tienes que
averiguar, preguntar y por Internet circulan varias fan page que los
promocionan regalan, formándose en una tremenda red de ayuda”, afirma.
Sin embargo, este origen no es el único ya que existen
tíbicos en varias culturas, donde son nombrados como tibis, tibiches, kéfir de
leche (yogurt de pajaritos) y agua, búlgaros de agua, granillos, granizo,
hongos chinos, granos de agua de kefir, granos de azúcar de kefir, cristales
japoneses de agua y abejas de lafornia.
Aunque según la información que maneja Ruth Höppner estos
cumplen un papel muy similar, pero en forma física, contenido o jugo son muy
diferentes. “Pero, los tres son Maravillas de la Naturaleza”.
¿Qué sanan? ¿Qué dice la medicina?
Los hongos tibetanos, según un estudio publicado en la
Revista Latinoamericana de Microbiología, es una mezcla de bacterias y
levaduras que se encuentra en una matriz de polisacáridos creada por bacterias.
Los beneficios que se les atribuyen son muy variados;
entre los que destacan en el sitio Hongos Tibetanos están que sana el cáncer de
mama, los fibromas y quistes ováricos.
En otras web, indican que reduce la ansiedad a sustancias
psicoactivas (alcohol, cigarrillo, tabaco, drogas, café); elimina el insomnio;
mejora el apetito; disminuye depresiones; alivia reumas y dolores musculares,
ayuda a que desaparezcan las canas; sana migraña; evita el estreñimiento; cura
cálculos estomacales; mejora las funciones del hígado, vesícula biliar,
pulmones, riñones, sangre y sistema inmunológico; alivia hombros endurecidos y
dolores musculares.
Se asegura también que previene el cáncer, cura el de la
piel. Además, sanaría dolores nerviosos, desaparece el herpes y los mareos.
También es usado para adelgazar; reducir colesterol y mejora casos de
esclerosis; irritaciones de la piel, mantiene la temperatura del cuerpo y en
general, hace la vida longeva, vital, y hace menos bruscos los cambios en la
menopausia.
Y no sólo eso, al tomarlo en forma diaria proporcionaría
sanidad, ánimo y evitaría dolencias físicas y de paso también fomentaría un
equilibrio entre el cuerpo y el alma. “Al beberlo en forma diaria se obtiene
plena salud física y mental”.
Sin embargo, cada persona según sus dolencias tendrá
indicaciones específicas para su toma diaria, donde quedan excluidas las
embarazadas y lactantes.
Sobre los cuidados que se han de tener en cuenta, antes
de que los hongos lleguen a su casa requieren atención y cuidado diario. Se
alimentan con chancaca, miel o fruta muy madura. No se usan utensilios de metal
ni agua directa de la llave y se deben conservar en envases de vidrios tapados
con un paño de algodón.
¿Y la medicina qué dice? Cristina Benavente, médico
internista de Vidaintegra dice que no hay ningún trabajo científico que avale
el conocimiento popular que existe sobre la efectividad de los hongos
tibetanos, pero menciona que se ha visto que en los lugares donde habitualmente
se toman son personas más sanas y que viven más.
“Los hongos tibetanos son una mezcla de bacterias y
levaduras que producen ácido lactico y diferentes sustancias probióticas que
son beneficiosas para la salud”, afirma.
Esto, según explica la doctora, es porque tienen
propiedades cicatrizantes, antiinfecciosas y combaten enfermedades de
autoinmunidad. Pero, advierte que están absolutamente contraindicados para
pacientes con diabetes y gastritis y que hay que ser cauteloso en su ingesta
porque las cantidades a tomar no están estandarizadas.
En todo caso, afirma que en ningún caso es tóxico y que
es un buen elemento nutricional que no hay que demonizar ni bendecir.
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