Stefano Meletti, con 400 compañeros, protestaban por el
cierre de su fuente de trabajo. Con su acto se transformó en el símbolo de la
desesperación por la crisis italiana.
"¿Es esto lo que tenemos qué hacer? ¿Nos tenemos que
cortar?", grita uno de los líderes mineros de la protesta, mientras se
autolesiona delante de los periodistas.
Stefano Meletti, obrero minero con el casco amarillo y la
lámpara torcida y la voz destemplada, se convirtió ayer en el símbolo de la
desesperación social de los trabajadores italianos, al cortarse las venas de un
brazo ante las cámaras de televisión, causando una profunda conmoción en los
italianos.
"Si alguno ha decidido
matar a las familias de los mineros, entonces lo hacemos nosotros", dijo
pasándose por la muñeca y el brazo derechos la afilada "leppa", el
cuchillo sardo.
Meletti es uno de los
protagonistas de la resistencia a ultranza de 400 mineros que se niegan a ser
como los osos panda una raza en extinción, después que en una década han
cerrado todas las minas de carbón menos una y 7000 obreros han perdido su
trabajo para siempre. La región de Cerdeña, propietaria de la mina, anunció el
cierre para fin de año y los trabajadores decidieron bajar a ultranza a las
entrañas de las galerías.
"¿Qué haces?", le
gritaron dos compañeros que estaban al lado de Meletti y que le impidieron
siguiera autolesionándose. Lo tiraron al suelo, le detuvieron la hemorragia con
un lazo hemostático improvisado, lo subieron en un ascensor los casi 400 metros
que los separaban de la entrada de la mina y lo enviaron en una ambulancia a un
hospital de Iglesias.
Allí le cosieron ocho puntos
y lo dieron de alta. Pudo abrazar a su mujer y dos hijos, más desesperados que
él. Stefano Meletti tiene 48 años, la mitad de los cuales los ha pasado bajando
a las galerías de carbón en uno de los oficios más sacrificados y peligrosos
del mundo.
"Pero esta es nuestra
vida, nuestra identidad, nuestra dignidad", explicó a los desconcertados
periodistas que bajaron a las entrañas de la mina de Gonessa, en la provincia
de Cagliari, el líder sindical minero Giancarlo Sau.
La conferencia de prensa
duró 5 minutos y se realizó a 373 metros bajo tierra en la red de 30 kilómetros
de galerías, a pocos metros de la "Reservetta", donde se encuentran
amenazadoramente depositados casi 400 kilos de explosivos utilizados en la
mina, junto con 122 explosivos.
La policía ha comenzado a
hacerse presente ante el cariz que van tomando los acontecimientos. Hoy a la
mañana la protesta hizo estallar cinco detonadores "para que vean como
están las cosas", según dijeron algunos trabajadores muy enojados a los
periodistas.
La crisis italiana se agrava
continuamente y este año se mide en una recesión de más del 2%, cientos de
fábricas que cierran, decenas de miles de comercios en quiebra, desocupados a
granel y un promedio de 1-2 suicidios diarios de gente que perdió el trabajo o
perdió la pequeña empresa.
Cerdeña es un símbolo
especial de este desastre. El desarrollo forzado de la isla debido al cierre de
las minas y a la crisis de la agricultura tradicional, llevó al Estado nacional
y la región a anunciar la reconversión de las áreas de Carbonia e Iglesia.
Ahora los platos están
rotos. También la gran fábrica Alcoa, multinacional norteamericana del
aluminio, está a punto de cerrar la semana próxima, dejando sin empleo a 500
trabajadores y a miles que trabajan en las actividades indirectas. Hoy los
trabajadores marcharon primero a bordo de una nave y después desde
Civitavecchia, rumbo a Roma, a la sede del gobierno.
"Dispuestos a
todo", dijeron.
La bomba social, no es una
sorpresa, amenaza convertir el otoño que llega en mucho más caliente que el
verano de calores insoportables que aún persisten. Hace una semana, los obreros
de Alcoa ocuparon el aeropuerto de Cagliari durante unas horas y se tiraron al
agua para detener la nave que desde Cagliari llevaba a miles de turistas a
Roma. El capitán del barco hizo tocar la sirena como solidaridad y los turistas
aplaudieron a los trabajadores del aluminio en calzoncillos, que subían al
muelle y agradecían en lágrimas.
Después que el presidente de
La Repúbica, Giorgio Napolitano, envió un mensaje de comprensión y solidaridad
a los mineros de la Carbosulcis, que entre paréntesis es propiedad de la región
Cerdeña, el subsecretario para el Desarrollo Económico, Claudio De Vicent, dijo
que "no está escrito que la minera deba cerrar el 31 de diciembre. Creemos
que se puede llegar a una solución". Los trabajadores sardos, legendarios
valientes y testarudos, exigen anuncios más concretos de las medidas que
prometen Roma y el gobierno de Cagliari.
Amenazan con distribuir los explosivos
entre 400 mineros que sobreviven en la resistencia, "aunque sería una
acción extrema".
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