Los representantes de la cultura Chinchorro vivieron en
lo que hoy conocemos como el desierto de Atacama.
Hace 7.400 años la región que
habitaba la cultura Chinchorro sobrevivió un brusco cambio climático que
explicaría las razones por las que momificaban a sus muertos.
En una investigación publicada en
la revista Proceedings of the National Academy of Science, un grupo de
científicos analizó datos de 460 sitios arqueológicos chinchorro ubicados
en Perú y Chile. El estudio determinó que una fase climática húmeda convirtió
al territorio, de una aridez absoluta, en un lugar con lagos y campos de
vegetación exuberante.
Bernardo Arriaza, antropólogo que formó parte de la investigación, explicó que en varios grupos de cazadores-recolectores chinchorros –que se asentaron entre Ilo, en Perú y Antofagasta en Chile, hace nueve mil años– existía la creencia de que las personas no se iban hasta que el cadáver desapareciera.
Debido a que el clima llegó a ser menos árido los cuerpos no se conservaban como antes -por la sal del desierto- y necesitaron desarrollar una técnica para manipular a los difuntos. Los chinchorros, que tenían un estilo de vida sedentario, empezaron a momificar artificialmente a sus muertos como solución al problema de conservar los cuerpos difuntos por más tiempo.
Por lo general, la palabra ‘momia’ se asocia con el Antiguo Egipto, una civilización conocida por sus rituales funerarios y tumbas. Sin embargo, ellos no fueron los pioneros en el arte de embalsamar a los muertos. Los cazadores-recolectores de Chinchorro empezaron a momificar tres mil años antes que los egipcios.
El procedimiento no solo beneficiaba a la élite –como en el caso de los egipcios– sino a todos los miembros de la cultura. Hace 4.400 años otro cambio climático en el desierto de Atacama volvió a acorralar a esta cultura. El desierto retornó a la sequedad que lo caracteriza hasta hoy y como resultado puso fin a la momificación.
Bernardo Arriaza, antropólogo que formó parte de la investigación, explicó que en varios grupos de cazadores-recolectores chinchorros –que se asentaron entre Ilo, en Perú y Antofagasta en Chile, hace nueve mil años– existía la creencia de que las personas no se iban hasta que el cadáver desapareciera.
Debido a que el clima llegó a ser menos árido los cuerpos no se conservaban como antes -por la sal del desierto- y necesitaron desarrollar una técnica para manipular a los difuntos. Los chinchorros, que tenían un estilo de vida sedentario, empezaron a momificar artificialmente a sus muertos como solución al problema de conservar los cuerpos difuntos por más tiempo.
Por lo general, la palabra ‘momia’ se asocia con el Antiguo Egipto, una civilización conocida por sus rituales funerarios y tumbas. Sin embargo, ellos no fueron los pioneros en el arte de embalsamar a los muertos. Los cazadores-recolectores de Chinchorro empezaron a momificar tres mil años antes que los egipcios.
El procedimiento no solo beneficiaba a la élite –como en el caso de los egipcios– sino a todos los miembros de la cultura. Hace 4.400 años otro cambio climático en el desierto de Atacama volvió a acorralar a esta cultura. El desierto retornó a la sequedad que lo caracteriza hasta hoy y como resultado puso fin a la momificación.
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