El rey ya había demostrado que tenía genio cuando, por
ejemplo, mandó callar al presidente de Venezuela, Hugo Chávez. O cuando sugirió
a la reina que le dejara hablar en un acto público. Pero nunca, al menos hasta
ahora, se le había podido ver dar un manotazo de enfado. El problema es que no
ha sido un golpe contra una pared, sino contra su chófer.
El monarca visitaba este jueves el centro de gestión de
tráfico de la DGT en Madrid. Allí le esperaba el ministro del Interior, Jorge
Fernández Díaz, cuando el coche oficial llegó.
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