«Hyperión» es el nombre del ser vivo más alto del mundo,
una Sequoia sempervirens de 115,55 metros de altura localizada en el Parque
Nacional Redwood, cerca de San Francisco (California). Las longevas secuoyas
parece rozar el cielo, pero ¿qué evita que crezcan aún más? Una nueva
investigación ha encontrado una explicación al límite de la altura de los
árboles, que tiene que ver con el sistema circulatorio de los mismos. Es la
misma causa que explica que cuanto más alto es un árbol, más pequeñas son sus
hojas, según informa New Scientist.
Kaare Jensen, de la Universidad de Harvard, y Zwieniecki
Maciej, de la Universidad de California, Davis, compararon 1.925 especies de
árboles con hojas que van desde unos pocos milímetros a más de un metro de
largo. Así descubrieron que el tamaño de la hoja en los árboles varía más en
los que son relativamente pequeños.
Jensen cree que la explicación radica en el sistema
circulatorio del árbol. Los azúcares producidos en las hojas, donde se realiza
la fotosíntesis, se difunden a través de una red especializada llamada floema,
repartiéndolos por toda la planta, incluida la raíz. Los azúcares se aceleran
cuando se mueven, por lo que cuanto más grandes son las hojas más rápido
alcanzan al resto de la planta. Pero el floema actúa como un cuello de botella
en los tallos, las ramas y el tronco. Llega un punto en que crecer aún más se
convierte en un desperdicio de energía para las hojas. Los árboles altos
alcanzan este límite cuando sus hojas son aún pequeñas, porque los azúcares
tienen que moverse mucho a través del tronco para llegar a las raíces, creando
un cuello de botella más grande.
Según los cálculos de Jensen, las hojas inusualmente
grandes o pequeñas dejan de ser viables en los árboles muy altos. Por encima de
los 100 metros, los árboles no pueden construir una hoja viable, lo cual podría
explicar por qué las más altas secuoyas de California no superan los 115,6
metros.
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