El 90% de los judíos del mundo no proceden del Israel
bíblico sino de las tierras del Cáucaso. Es más, ni siquiera son del todo
judíos. Su material genético es un mosaico de genes donde predominan los
antiguos pueblos caucásicos, de Mesopotamia, ancestros europeos y hasta
chipriotas, además de los semíticos.
Según una investigación publicada en Genome Biology and
Evolution , grupos de israelíes fueron llegando a aquellas tierras entre el mar
Negro y el mar Caspio hasta que el imperio que los acogió se convirtió al
judaísmo. Fueron estos conversos los que protagonizaron una nueva diáspora
hacia Europa.
La historia, envuelta en
numerosos mitos, venía sosteniendo que los actuales judíos europeos (aquel 90%
y que en realidad, tras el Holocausto, no viven en este continente sino en
América y el moderno Israel) son descendientes de tribus israelitas y cananeas.
Tras la conquista musulmana de Palestina en el siglo VII, la abandonaron para
asentarse en Alemania (Ashkenaz, en hebreo). Posteriormente, en el siglo XV, un
pequeño grupo de unos 50.000 individuos emigrarían hacia el este (Polonia,
Ucrania Rusia…) y en un sorprendente “baby boom” se multiplicarían hasta
suponer el grueso de la población judía. Estos son los elementos básicos de la
hipótesis Rhineland (o tierras del Rin, un río alemán) sobre el origen de los
judíos europeos.
Sin embargo, el genetista de
la Universidad Johns Hopkins (EEUU) y de origen judío Eran Elhaik ha realizado
una investigación cuyos provocadores resultados desmontan varios mitos.
La genética, según sugiere
su estudio, sostendría que no hubo esa emigración seminal a Alemania o, al
menos, el factor alemán no explicaría el origen de la mayoría de los judíos
europeos. En realidad, estos procederían del Cáucaso. Allí, desde finales de la
Edad del Hierro, emergió el imperio jázaro. Formado por una amalgama de tribus
eslavas, escitas, iranias, turcas y hasta hunos y alanos, asistió durante
siglos a sucesivas llegadas de judíos tanto de Palestina como de Mesopotamia,
donde vivían los descendientes del pueblo hebreo que el babilonio Nabucodonosor
II se llevó consigo tras destruir Jerusalén, en el 587 antes de nuestra era.
Siglos después, los jázaros se convirtieron al judaísmo.
“La conversión en sí no está
en duda”, dice Elhaik. “Documentos encontrados en Egipto lo confirman”, añade.
Aunque la extensión de la conversión aún es discutida, se cree que todo el
Imperio jázaro, incluyendo sus tribus subordinadas y esclavos, mantuvo el
judaísmo en los siguientes 440 años hasta la invasión de los mongoles, en el
siglo XIII”, añade. En un proceso que recuerda a la expansión de los cristianos
en el Imperio romano, los gobernantes y la aristocracia jázaro se pasaron en
bloque al judaísmo cuando ya una buena parte de su población se había
convertido a la fe hebrea. La invasión mongola y la gran epidemia de peste de
1347 empujaron a los ahora judeo-jázaros hacia el oeste. Esta versión
alternativa del origen de los judíos europeos se conoce como la hipótesis de
los jázaros y no había podido ser confirmada hasta ahora, que empieza a haber
suficiente material genético de los pueblos del Cáucaso disponible para su
estudio.
Con los datos genéticos de
1.287 individuos de ocho poblaciones judías y otras 74 de gentiles, Elhaik
realizó cinco diferentes análisis y todos le llevaron al origen judeo-jázaro de
la mayor parte de los alrededor de 13 millones de judíos del mundo. Usó la
frecuencia de alelos (alternativas de un mismo gen) diferentes entre distintos
grupos poblacionales y, tomando a judíos palestinos y caucásicos (armenios,
georgianos o azeríes) actuales como base para determinar el linaje, comprobó
que el 70% de los judíos procedentes de Europa central y occidental y todos los
orientales compartían más con los segundos que con los primeros.
También, en una especie de
triangulación geográfica, donde los vértices eran los vascos, los pigmeos y la
etnia china Han, la investigación sitúa los ancestros de los judíos europeos en
el sur del Cáucaso. En otro análisis, basado en el grado de mezcla genética de
segmentos de cromosomas volvieron a comprobar que el linaje caucásico domina,
con un 38%, por delante de los genes europeos occidentales (30%) y de los
mesopotámicos. “En conjunto, nuestros resultados dibujan el genoma de los
judíos europeos como un mosaico de ancestros caucásicos y de Oriente Próximo,
europeos occidentales, Oriente Medio y europeos orientales en proporción
decreciente”, dicen en las conclusiones del estudio.
En suma, además de no haber
llegado a Europa directamente de Palestina, los judíos se mezclaron con los
gentiles mucho más de lo que cuenta la historia. Incluso, buena parte de ellos
lo son por religión, no por origen.
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