Cuando científicos de Cambridge hallaron los primeros
púlsares quedaron tan sorprendidos que pensaron que podían ser una señal
artificial, e incluso se plantearon cómo responder.
El encuentro con otra civilización inteligente tendría
tal impacto en la Humanidad que es difícil calcular sus consecuencias. No solo
transformaría nuestra cultura y tecnología, sino que, posiblemente, cambiaría
la forma en la que entendemos lo más profundo del ser humano, nuestro origen y
nuestro destino.
Sin embargo, ¿estamos preparados para responder
adecuadamente a un saludo tan extraordinario? La comunidad internacional acordó
en los años 90 un «protocolo de detección» que establece los pasos a seguir en
caso de producirse un contacto extraterrestre.
Hace ahora un año, científicos de distinguidas
universidades firmaban un artículo en una publicación científica de la Royal
Society británica en el que advertían a los gobiernos del mundo de la necesidad
de trabajar más en estos planes de reacción, especialmente si los visitantes
son violentos. Pero el debate sobre cómo manejar tremendo encuentro no es
nuevo.
Alan Penny, de la Universidad de St. Andrews, en Escocia, ha publicado
recientemente en arXiv.org la historia de un incidente real ocurrido en 1967 en
el que se consideró seriamente la posibilidad de un contacto con civilizaciones
extraterrestres.
Todo sucedió cuando astrónomos del observatorio de
Cambridge descubrieron los púlsares, estrellas de neutrones giratorias que
producen pulsos de radio. El equipo que realizó el descubrimiento estaba
dirigido por Anthony Hewish, que más tarde recibió el premio Nobel por el
trabajo. Los científicos, que nunca habían visto nada semejante, estaban tan
asombrados que durante algunas semanas miembros del equipo consideraron la
posibilidad de que las señales estuviesen generadas en un planeta que orbitaba
alrededor de una estrella lejana, y que esas señales tuvieran un origen
artificial, que fueran generadas por lo que llamaron «Hombrecillos Verdes»
(Little Green Men o LGM).
Las señales regulares estaban en la misma posición del
cielo cada día. Durante los siguientes meses, aparecieron otras tres fuentes de
señales regulares. Para entonces, los científicos ya descartaron que tuvieran
un origen artificial. Eran estrellas de neutrones. El hallazgo fue anunciado en
febrero de 1968 y apareció publicado en la revista Nature.
Dar una respuesta
Pero hasta que no se descartó, según la documentación
recogida por Penny, el equipo debatió qué hacer si se trataba de una fuente
artificial, cómo verificar esa conclusión y cómo anunciarla. Incluso se
discutió sobre si hallazgo podría ser peligroso y sobre si se iba a contestar a
las señales.
De esta forma, según el autor, el equipo se había
adelantado a algunos de los componentes del protocolo establecido en el
programa SETI de búsqueda de vida extraterrestre inteligente y a otros
protocolos establecidos hace unos veinte años. Penny advierte de que la
comunidad internacional todavía tiene que ponerse de acuerdo sobre cómo debe
ser esa respuesta.
En la actualidad, existen visiones opuestas sobre cómo
reaccionar. Algunos científicos, entre ellos el famoso Stephen Hawking, creen
que es mejor evitar el contacto a toda costa, ya que si extraterrestres llegan
hasta aquí posiblemente no sea solo para tomar un café y tener una agradable
charla, sino para «conquistar y colonizar». A su juicio, la visita de
extraterrestres a nuestro planeta tendría el mismo efecto que Cristobal Colón a
su llegada a América. Sin embargo, SETI y NASA están más que dispuestos a
tender la mano a los extraños. Como han dicho en alguna ocasión, «no podemos
escondernos siempre debajo de una roca».
La búsqueda de exoplanetas da cada vez mayores frutos,
así que quizás la idea de saber cómo responder a un «hola» espacial sea algo
razonable.
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