Mucho antes de que tomara esa decisión, Bratislav era un
obrero de la construcción, pero se quedó en la ruina por la década de 1990,
cuando su país quedó atrapado por un torbellino de guerras étnicas, sanciones
internacionales y la crisis económica agobiante, señala The Huffingtonpost.
Con los años, Stojanovic pasaba más tiempo en la calle
que en casa. Hace dos años, la casa de la familia se incendió y se quemó hasta
los cimientos, matando a su padre y lo dejó sin nada.
Nunca ha tenido un trabajo regular y las deudas que él
mismo contrajo lo llevaron a la ruina.
“No es un palacio, pero es más cómodo
que en la calle“, asegura respecto la tumba donde vive, cuyas lápidas son tan
antiguas que es imposible identificar a quienes están enterrados allí.
“Si muero por la noche, estaré en el lugar correcto“,
asegura Bratislav, que recoge comida de la basura, subsiste gracias a la buena
voluntad de las personas y ha renunciado al trabajo formal para su vida,
explica infobae.com.
Cuenta que al principio tenía miedo, pero ahora le
asustan más los vivos que los muertos.
Las autoridades locales de Nis han ofrecido Stojanovic un
lugar en una residencia de ancianos, pero él se ha negado.
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