Un escuadrón de obreros y jardineros trabaja intensamente
para preparar la futura residencia de Benedicto XVI, un antiguo monasterio
sobre las colinas del Vaticano con vistas a la cúpula de la Basílica de San Pedro
y a los techos de la Ciudad Eterna.
El Vaticano invitó el miércoles a pequeños grupos de
periodistas a visitar el lugar, inaccesible al público, que suscita la
curiosidad del mundo entero.
Hasta ahora, ese bonito edificio de ladrillos de dos
pisos sobre el flanco de la colina, que cuenta con una gran terraza, era la
residencia de ocho monjas de clausura de diversas nacionalidades y diversas
órdenes, que se turnaban para apoyar con sus plegarias el trabajo diario del
Papa.
Fue Juan Pablo II quien, en 1994, manifestó el deseo de
su presencia e hizo edificar para ellas una pequeña capilla junto al edificio
principal. En ese monasterio, llamado "Mater Ecclesiae", se
sucedieron durante períodos de cinco años clarisas, carmelitas y benedictinas.
En este remanso de paz, rodeado de vegetación, se
refugiará Benedicto XVI, acompañado por su secretario particular y por la
familia pontificia (laicos consagrados que están a su servicio), a su regreso
de Castelgandolfo, la residencia de verano del papado, donde se instalará
provisionalmente después de su renuncia, el próximo 28 de febrero.
El helipuerto desde el cual despegará el helicóptero que
lo conducirá a esta propiedad cerca de Roma se encuentra a escasos metros de
"Mater Ecclesiae", justo detrás de una reproducción de la gruta de
Lourdes construida en los jardines del Vaticano.
Esta pequeña residencia, ubicada en pleno corazón del
Vaticano y que domina al Estado más pequeño del planeta, tiene aspectos muy
simbólicos. Está aislada del resto del mundo y ofrece una vista espléndida pero
distante sobre el exterior.
La cúpula de San Pedro, a poca distancia, es muy
imponente, y la vista sobre los techos de Roma se extiende hasta el monte
Pincio, donde surge la silueta de la Villa Médicis y de los jardines de la
Villa Borghese.
Esta localización excepcional inspiró al cardenal
Gianfranco Ravasi, "ministro" de Cultura del Vaticano, encargado de
pronunciar los ejercicios espirituales durante la Cuaresma. Fue él quien
comparó a Benedicto XVI con Moisés cuando se retiró a la montaña.
El ex Papa permanecerá por lo tanto en pleno centro del
Vaticano. Su presencia se hará sentir en su sucesor, porque aunque Benedicto
XVI dijo que quiere vivir "lejos del mundo", tampoco desea convertirse
en un recluso.
"No creo que deba ser considerado como un
recluso", confirmó el portavoz del Vaticano, el padre Federico Lombardi.
"Tendrá toda su libertad. Se trata seguramente de una situación sin
precedentes, veremos cómo la vive", agregó.
"En varias oportunidades expresó el deseo de
consagrar su vejez a la escritura y al estudio, y creo que lo hará",
añadió el padre Lombardi.
En todo caso, nada le impedirá recibir a las personas que
desee para darles sus opiniones y consejos.
Esta cohabitación entre un Papa que renunció y su
sucesor, excepcional en la historia del Vaticano, no dejará de influir en la
vida del Estado más pequeño del mundo.
No hay comentarios:
Publicar un comentario