Los cinturones de Van Allen son bandas magnéticas que
rodean nuestro planeta a apenas miles de kilómetros sobre nuestras cabezas y
que lo protegen de la radiación atrapando las partículas cargadas procedentes
del Sol. Durante cincuenta años, se ha creído que solo existían dos anillos de
partículas de este tipo, pero los científicos se han llevado una sorpresa: Un
nuevo anillo de radiación se formó alrededor de la Tierra a principios de
septiembre de 2012 y persistió durante más de cuatro semanas antes de ser
«aniquilado» por una poderosa onda de choque proveniente del Sol, según un
estudio publicado en Science.
Los anillos de Van Allen fueron observados por primera
vez en 1958 por el científico americano James Van Allen. Cuando los rayos
cósmicos golpean la atmósfera terrestre se descomponen creando lluvias de
partículas. Tanto las partículas originales procedentes del Sol o del espacio
exterior como estas «lluvias» son capturadas por estos cinturones, formando
anillos en los lugares donde son atrapadas por el campo magnético terrestre.
El pasado agosto, la NASA envió una misión, las sondas
gemelas Van Allen, para aprender más sobre estos cinturones, ya que las enormes
cantidades de radiación que crean plantean serios riesgos para los satélites en
órbita geoestacionaria. Un nuevo análisis de los datos obtenidos por las sondas
por parte de Dan Baker, autor del estudio e investigador de la Universidad de
Colorado, descubrió la formación del tercer cinturón. «Resultaba tan raro que
pensé que había un fallo en el instrumento (que recogía los datos)», recuerda
Baker. «Pero vimos las mismas cosas en cada nave, así que tuvimos que llegar a
la conclusión de que era real».
Los datos enviados a la Tierra por las sondas durante el
mes de septiembre inicialmente mostraban solo dos bandas magnéticas, las
esperadas, pero después de unos pocos días, apareció una tercera banda de
electrones menos compacta. El fenómeno persistió hasta la tercera semana de
septiembre, cuando empezó a languidecer hasta que un «bombazo» llegado del Sol
prácticamente lo «aniquiló».
Los científicos no saben cuántas veces se producen estos
eventos, pero creen, dada la experiencia, que pueden ocurrir con bastante
frecuencia. Por desgracia, no tienen instrumentos para analizarlos.
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