A casi tres semanas del paso del huracán Sandy,
miles en Nueva York enfrentan las bajas temperaturas sin
calefacción y agua caliente, pese a que las autoridades han tratado de
restablecer los servicios de transporte y energía.
“No puedo dormir con ese frío.
Tengo bastante problemas de salud y no duermo, es un frío que no hay quien lo
aguante; está oscura la escalera que no hay quien la vea para uno bajar”, dijo
Juana Santos, residente de Far Rockaway, uno de los sectores más afectados.
Los residentes de Far
Rockaway, en Queens, dicen que se mantienen gracias a las donaciones que
reciben tanto de las autoridades como de particulares.
“Se necesitan muchas fórmulas,
cereales, avena y cosas así. Necesitan más ropa, cubre-camas y cosas así
calientes”, señaló Julissa Delgado, una de las voluntarias que apoya a los
residentes damnificados por el huracán Sandy que golpeó la zona en octubre
pasado.
Al frío se
suma la basura acumulada, escombros y tierra en las calles, lo que aumenta la
cantidad de roedores que ponen en peligro la vida de los cientos de niños,
especialmente la de los que viven en las viviendas públicas.
El movimiento “Ocupemos
Sandy”, conformado por activistas de “Ocupemos Wall Street” y quienes han
ayudado a aliviar con su trabajo voluntario, continúan apoyando a los
neoyorquinos que siguen afectados por los efectos de Sandy.
Por su parte, el alcalde
Michael Bloomberg lanzó el programa “Restaurar NYC” con el fin de conectar a
los neoyorquinos afectados por el huracán Sandy con
beneficios financieros, salud, servicios ambientales y residenciales y
necesitan reembolsos de la Oficina de Manejo de Emergencias (FEMA).
De acuerdo con datos
oficiales, desde el azote de Sandy la ciudad ha distribuido
dos millones de unidades de alimentos, 630 mil botellas de agua, y más de 175
mil frazadas.
La Autoridad de Edificios de
Nueva York (NYCHA) indicó que el servicio de energía está reestablecida en 310
de 386 edificios de vivienda pública de la ciudad.
El paso del huracán
Sandy por el área triestatal (Nueva York,
Nueva Jersey y Connecticut) cobró la vida de decenas de personas, destruyó más
de 160 mil viviendas, dejó a más de ocho millones de familias y negocios sin
energía eléctrica y provocó daños valorados en unos 50 mil millones de dólares.
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