No es un insulto, sino una palabra difícil de pronunciar
para referirse a un rasgo humano bastante común. Un informe con el que se
sentirá identificado.
Un maravilloso y apacible domingo Ud. pasó toda la
jornada tranquilo y relajado, pensando que lo único que tenía que hacer
imperiosamente ese día era ir al supermercado a efectuar la compra del mes. Sin
embargo, a pesar de que ello nunca salió de su mente y lo tuvo presente desde
que se levantó de la cama, después de haber navegado horas por internet solo para
pasar el tiempo y haber vuelto a ver dos películas viejas en televisión -cuyos
diálogos podría repetirlos casi de memoria- se da cuenta que queda media hora
para que la tienda cierre.
A toda velocidad, se cambia y sale corriendo de su casa.
Llega justo a tiempo, en el preciso momento en que el guardia se dispone a
cerrar la puerta, justo detrás suyo. Entonces, se da cuenta de que solo va a
tener tiempo para tomar lo imprescindible y que deberá volver otro día para
poder comprar el resto de lo que necesitaba. Se siente culpable y angustiado.
Claro que también, al haber visto lo tarde que se hizo, podría haber cancelado
directamente la ida al supermercado y haberse mortificado el resto de la noche
por dejar transcurrir todo un día entero sin haber cumplido con la única y
simple actividad que tenía que hacer. De todos modos, la culpa y la angustia se
habrán hecho presentes y, en ambos casos, Ud. será un procrastinador,
indefectiblemente.
En los estudiantes se dan ciertos casos bastante
clarificadores de este trastorno. El ‘síndrome de la última materia’, esos
alumnos a los que eternamente les resta una sola asignatura para recibirse y
que jamás logran tener su título. También están aquellos que estudian muchísimo
para rendir un examen pero a último momento no se presentan, y los que se
sientan a prepararse ya sin tiempo, a pesar de haber tenido varias semanas
libres como para haber dado un examen brillante. Y claro, terminan reprobando.
“En cierto modo, todos padecemos esta patología. Se
posterga una acción para más adelante y ello produce angustia porque la
realización de la tarea se transforma en algo abrumador”, explicó Harry Campos
Cervera, médico psiquiatra y psicoanalista, consultado por Infobae. La
procrastinación es el hábito de postergar actividades o tareas que deben
atenderse, sustituyéndolas por otras situaciones más irrelevantes y agradables.
El especialista indicó que el síntoma de postergar la
acción puede deberse a muchas causas: la más típica es la neurosis obsesiva,
donde la acción se va postergando para no comprometerse con el cumplimiento.
“El fantasma que tiene postergar la acción es el miedo a la muerte porque uno
queda congelado con la idea de que si uno lo hace y cumple con algo está más
cerca del fin”, sostuvo.
La procrastinación también puede deberse a trastornos de
personalidad que se enlazan con la duda. Campos Cervera aseguró que hay
personas que son extraordinariamente exigentes y que postergan ciertos actos
con la esperanza de realizarlos mejor más adelante y eso nunca se cumple. “También
la padecen quienes presentan trastornos neurológicos, porque nuestra conducta
de hacer algo depende del lóbulo frontal del cerebro, ya que una región tiene
que ver con la planificación de la acción. En ese caso, se ven patologías como
el trastorno por déficit de atención, que altera la realización de algo,
justamente porque falta la atención debida. Van saltando a cosas distintas y no
pueden hacer ninguna”, expresó.
En casos severos, la procrastinación también puede verse
en el caso de aquellas personas que tienen lesiones en el lóbulo frontal, como
en el caso de los adictos a la cocaína que pierden la posibilidad de
planificar. “Un paciente puede decir que viene a la sesión psicológica a las
16. En el camino pasa por un escaparate y se dispersa, luego se encuentra con
alguien, hace otra cosa y a las 21 se da cuenta que no fue a la sesión, a pesar
de que había salido de su casa para ello”, dijo el experto.
Infobae también entrevistó a la psicoanalista Mónica
Cruppi, quien se refirió a este trastorno tan común y que pocos saben que lo
padecen.
-¿Por qué hay personas que caen en la
procrastinación?
Es una de las formas que tiene el sujeto de relacionarse
con el deseo, en el sentido de demorarlo, postergarlo y aplazarlo. El termino
procrastinación, su conceptualización y su aplicación aparece en la obra
freudiana en varios trabajos como síntoma que padecen los neuróticos, en
especial cuando se refiere a los obsesivos. También está presente en los
depresivos y melancólicos. Fue Jacques Lacan quién profundizó más el concepto.
-¿A qué se debe este comportamiento? ¿Cuáles
son sus causas?
Se trata de una renuncia pulsional, es decir, el sujeto
desea satisfacer la pulsión pero a la vez siente angustia y culpa por su
realización, por lo tanto lo suspende. En "El malestar en la
cultura", Sigmund Freud nos acerca al placer escondido en toda renuncia a
la satisfacción pulsional, renuncia que deja al sujeto tomado suspendido.
Freud dijo que bajo la forma de postergación de la
gratificación, la procrastinación conservó toda su ambivalencia interna, lo que
quiere decir que junto con el deseo se encuentra la culpa y la angustia que
impiden su satisfacción. La procrastinación es alejar el deseo en el tiempo
para suspender el goce. Es gozar de la suspensión del goce y hacer de la
suspensión un goce mismo.
Como podemos observar, el deseo y la angustia están
entrelazados, por lo que el sujeto -con tal de evitar esa angustia previa a su
consecución- está perpetuamente demorándolo. Hoy la postergación de la
satisfacción ya no tiene un índice de valor moral. Sabemos que detrás de la
búsqueda de placer hedonista, se esconde la cara feroz del ‘superyó’ y el
imperativo de gozar hasta la muerte.
¿Cuáles son las consecuencias de ser un
procrastinador?
Hay sujetos que se caracterizan por ello: los obsesivos,
cuyos rasgos principales de carácter son el amor al orden, la preocupación por
el ahorro y la terquedad con propensión a la duda y a la inhibición. Tenemos un
tipo de carácter coartado, cohibido y estático. Un sujeto que rechaza desprenderse
y desarrollarse, que rechaza atravesar dificultades y etapas que, en
definitiva, tiende al inmovilizarlo y más hacia la muerte que hacia la vida:
los muertos vivos Estas podrían ser las características de las personas que
tienden a la procrastinación.
Este rasgo, de la misma manera que la duda, es un modo de
defensa del sujeto contra la angustia y, muchas veces, existe una gran cercanía
entre el objeto de la angustia y el objeto del deseo: entre lo que a alguien
puede angustiarle y lo que verdaderamente puede anhelar
¿Qué podemos hacer para evitar la
procrastinación?
Una de las cosas más importantes en este tema es detectar
la presencia de la angustia, porque ella es uno de los factores que hace que se
eviten los cambios, las decisiones, los actos verdaderos. Tomar una decisión o
tener que implementarla puede ser un problema por la angustia que conlleva. La
tarea analítica radica en aliviarla, averiguar cuando el sujeto posterga, sus
motivaciones inconscientes, es decir, lo que hay por debajo del síntoma.
Jacques Lacan decía que hay tres momentos lógicos en
cuanto a la temporalidad de la acción: el instante de ver, el tiempo de
comprender y el momento de concluir. Todo el mundo pasa por los tres, pero
algunos se detienen más de lo necesario en los momentos de ver y comprender:
quieren calcular todo antes de concluir o simplemente utilizan la comprensión
como excusa para nunca tomar decisiones, y en esa eterna posposición se les
puede ir la vida entera.
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