Los «anillos de hadas» que se cuentan
por miles en el desierto de Namibia aparecen y desaparecen por causas
desconocidas. Un equipo de biólogos de la Universidad Estatal de Florida acaba
de descubrir que los "anillos de hadas" que se cuentan por miles en el
desierto de Namibia siguen una especie de "ciclo vital" que los hace
aparecer y desaparecer con regularidad. Los nuevos datos, que se publican esta
semana en PLoS ONE, añaden, si cabe, aún más incertidumbre sobre la naturaleza
de estas formaciones que nadie ha logrado explicar todavía.
Su origen sigue siendo un misterio. Se trata de decenas
de miles de extrañas "calvas" círculares, de entre 2 y 12 metros de
diámetro, que motean las polvorientas praderas africanas del desierto de
Namibia, justo entre Angola y Suráfrica. En el interior de esos círculos la
hierba no crece, pero muchos de ellos están rodeados por un anillo de
vegetación más alta que la de alrededor, una especie de corona verde que marca
claramente el perímetro de la zona seca.
Los habitantes de la región los llaman "las huellas
de los dioses". Y los científicos que han intentado dar alguna explicación
a estas curiosas formaciones han vuelto, todos, con las manos vacías. Fenómenos
similares se conocen en bosques y praderas de casi todo el mundo (en España se
llaman "anillos de hadas" o "corros de brujas"), pero se
producen sólo ocasionalmente y se sabe que muchos de ellos están producidos por
la acción de varias clases de hongos, que afectan de esa extraña forma al
crecimiento de la vegetación.
Pero lo que sucede en el desierto de Namibia es, o parece
ser, algo completamente diferente. Los círculos se cuentan por decenas de miles
y las explicaciones que han servido en otros lugares no han conseguido aquí
romper la barrera de misterio que los rodea.
Más que una vida humana
Ahora, Walter Tschinkel, un biólogo de la Universidad Estatal de Florida, ha descubierto algo que se desconocía por completo. Y es que los círculos africanos siguen una especie de "ciclo vital" que los hace aparecer y desaparecer con regularidad y sin un motivo aparente. Los más grandes pueden persistir incluso más tiempo de lo que dura una vida humana. El estudio de Tschinkel no resuelve el misterio, pero al menos aporta algo más de luz a la cuestión.
En su artículo, Tschinkel revela que los círculos más
pequeños tienen una duración media de 24 años, mientras que los más grandes
pueden llegar hasta los 75. "La cuestión del por qué se forman es muy
difícil de resolver -afirma el investigador-. Hay sobre la mesa un buen número
de hipótesis, pero las pruebas no son convincentes para ninguna de ellas".
Tschinkel se interesó por primera vez en los círculos en
el año 2005, durante un safari por el desierto de Namibia. A su regreso a
Estados Unidos, se dio cuenta de que muy pocos investigadores habían podido
estudiar el fenómeno con detalle. Se trata, en efecto, de una zona muy remota y
de difícil acceso. La población más cercana está a casi 200 km de distancia y
abunda la fauna salvaje.
Al principio, Tschinkel pensó que los círculos marcaban
los límites de colonias subterráneas de termitas. Pero al excavar bajo un buen
número de ellos no encontró ni rastro de esos insectos. Otras hipótesis, como
la acción de hongos, o sutiles diferencias en los nutrientes del terreno, o la
emanación de vapores tóxicos desde el subsuelo, tuvieros que ser descartadas.
Una de esas cosas inexplicables
Incluso los datos recabados por Tschinkel deben ser tomados con cautela. Durante su investigación, el biólogo estudió centenares de imágenes aéreas y de satélite de la zona, y comparó las diferencias entre colecciones de fotografías de los mismos lugares obtenidas con cuatro años de diferencia, en 2004 y 2008. Fue entonces cuando se dio cuenta de que los círculos, en el momento de aparecer, tenían ya su tamaño final o crecían muy rápidamente hasta alcanzarlo. Los más pequeños tienen unos dos metros de diámetro, mientras que los mayores alcanzan los doce metros.
Incluso los datos recabados por Tschinkel deben ser tomados con cautela. Durante su investigación, el biólogo estudió centenares de imágenes aéreas y de satélite de la zona, y comparó las diferencias entre colecciones de fotografías de los mismos lugares obtenidas con cuatro años de diferencia, en 2004 y 2008. Fue entonces cuando se dio cuenta de que los círculos, en el momento de aparecer, tenían ya su tamaño final o crecían muy rápidamente hasta alcanzarlo. Los más pequeños tienen unos dos metros de diámetro, mientras que los mayores alcanzan los doce metros.
Una vez formados, la erosión del viento crea en el
interior de los círculos ligeras depresiones. E incluso hay algunos que han
sido "recolonizados" por la vegetación y son ya apenas perceptibles.
Tschinkel utilizó las imágenes de satélite para averiguar cuánto tiempo
necesitan los círculos desde que se forman para pasar a la fase de madurez y
"muerte", cuando vuelven a ser ocupados por la vegetación.
Tschinkel se dio cuenta también de que los círculos sólo
se forman sobre terrenos muy arenosos o en los que hay muy pocas piedras. Pero
nunca sobre dunas o aluviones, donde la arena ha sido depositada por el agua.
Muchos de los experimentos y análisis están aún en curso,
y el propio Tschinkel lamenta que ninguno de ellos permita aún explicar las
razones que se ocultan tras el fenómeno. Se ha llegado incluso a pensar que se
trata de un complejo (y desconocido) patrón de crecimiento de las plantas, que
de alguna forma se "organizarían" para repartirse los nutrientes en
un ambiente donde éstos escasean. Pero nadie sabe cómo las plantas pueden ser
capaces de crear este patrón, y de seguirlo incluso si están dispersas en un
área de muchos kilómetros cuadrados.
Al final, el propio Tschinkel piensa que los
"círculos de hadas" de Namibia nunca dejarán de ser un misterio. Es
posible, afirma, que sea una de esas cosas que la Ciencia nunca consiga
explicar.
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