El profesor Menachem Cohen, de la
Universidad Bar Ilán, está a punto de completar un laborioso proyecto con el
que pretende dar a conocer la que espera sea la versión más precisa del Antiguo
Testamento de todos los tiempos.
Al frente de un equipo de más de una docena de
investigadores del Departamento de la Biblia, Cohen desarrolla desde hace más
de treinta años un ambicioso trabajo denominado “Mikraot Gdolot-Haketer”, o lo
que es lo mismo, “Las Grandes Escrituras”, la joya de la corona de las biblias
rabínicas que espera concluir en el 2013.
“Este proyecto tiene por objeto sacar a la luz la edición
más precisa de Mikraot Gdolot, un modelo o plantilla del Tanaj (Antiguo
Testamento), al que se suman otros tres elementos: la masora, la traducción al
arameo y las interpretaciones de rabinos”, explica en su despacho de la
Universidad de Bar Ilán, próxima a Tel Aviv.
La última compilación de este tipo la realizó, 50 años
después de la invención de la imprenta, el judío de origen sefardí Jacob Ben
Haim, que vivió en la Venecia del sigo XVI y se basó en manuscritos
generalmente enrollados y fuentes rabínicas para publicar la primera versión
pedagógica que fue reproducida durante siglos.
Ben Haim trató de preservar el conocimiento para la
posteridad en un momento de transición como lo fue el invento de Gutenberg.
Junto a las sagradas escrituras introdujo la traducción
al arameo, una costumbre ancestral de cuando el pueblo judío hablaba esa
lengua, así como los comentarios sobre el significado literal del texto de
varios rabinos entre los que destacan el también sefardí Ibn Ezra o el insigne
Rabi Shlomo Yitzhaki, conocido bajo el acrónimo de Rashi.
Pero pese a ser uno de los textos más reproducidos y
estudiados del mundo, las ediciones del Antiguo Testamento, así como las
anotaciones y explicaciones que lo suelen acompañar, están llenas de
imprecisiones, afirma Cohen.
“Investigué los manuscritos de la Edad Media y descubrí
que los textos previos utilizados para la publicación de la primera versión
compilada de Ben Haim no eran del todo precisos y me propuse tratar de resolver
este problema”, apostilla.
El académico prefiere hablar de “discrepancias” al
referirse a las imprecisiones reconocibles si se comparan los textos en
bibliotecas y estanterías de los hogares judíos de medio mundo.
En ocasiones puede tratarse de la ausencia de una letra,
un signo de puntuación incorrecto (en hebreo las vocales muchas veces se
conocen por la puntuación) o un error en la entonación o “teamim”, caracteres
empleados para indicar cómo cantar una plegaria en la sinagoga.
Gran parte de las incorrecciones aparecen al cotejar la
masora, unas anotaciones junto a las columnas del texto consideradas una suerte
de código de pronunciación y gramática para facilitar a los redactores
ajustarse lo más posible al texto original.
Pero la nueva edición de la Biblia judía cuenta con una
fuente privilegiada, el Códice de Alepo, escrito en el siglo X por Aharón Ben
Asher en Tiberíades, hoy Israel.
“No hay en la historia del pueblo de Israel una biblia
más precisa que el Códice de Alepo”, sostiene Cohen al afirmar que si los
errores en la versión de Ben Haim se cuentan en miles, en la de Ben Asher son
apenas decenas.
Desafortunadamente esa legendaria versión no llegó a las
manos del autor veneciano, pues estaba entonces custodiada en Siria con enorme
celo por su comunidad judía.
Para elaborar la mejor versión, Cohen ha estudiado
manuscritos de todo el mundo que le han permitido recuperar pasajes
desconocidos e introducir nuevas traducciones al arameo y comentarios de
rabinos que no aparecen en ediciones anteriores.
“Hemos logrado recuperar un tercio del texto” respecto a
anteriores versiones, presume antes de poner como ejemplo que uno de los libros
de Reyes ha perdido 600 palabras en sus sucesivas reproducciones.
Su proyecto incluye un proceso de digitalización gracias
a un programa informático que permite acercarse al texto desde distintos
ángulos.
Hasta la fecha ha publicado 21 volúmenes y restan cuatro
libros para completar la colección, que espera distribuir en las escuelas de
forma gratuita.
Un laborioso trabajo con el que concluye: “Podemos
asegurar que será la versión más completa y precisa del Antiguo Testamento para
las generaciones futuras”.
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