Así es. Según Judith Wurtman, investigadora del Instituto
de Tecnología de Massachusetts (MIT), las proteínas de los huevos, la carne o
el pescado aportan al cerebro tirosina, un aminoácido que aumenta la producción
de los neurotransmisores que mantienen la mente alerta, concentrada y
productiva (dopamina y noradrenalina). Cuando caen los niveles de tirosina
sufrimos apatía y falta de motivación.
Si las proteínas consiguen espabilarnos y aceleran el
pensamiento, la relajación suele venir de la mano de los hidratos de carbono
(patatas, pasta, arroz, miel, plátanos, frutos secos, palomitas...).
Estos alimentos inducen la liberación de insulina, que
elimina de la sangre casi todos los aminoácidos excepto el triptófano, que
ejerce un efecto calmante.
Según ha demostrado el marido de Judith, Richard Wurtman,
un neuroendocrinólogo que también trabaja en el MIT, el triptófano es la
materia prima que usa el cerebro para producir serotonina, el neurotransmisor
del bienestar, que además reduce el dolor y el apetito y ayuda a conciliar el
sueño.
Eso sí, tal y como advierte Wurtman, hay que tener en
cuenta que, si en el plato se mezclan carbohidratos con proteínas, el efecto
calmante de los primeros se anula.
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