Cuando pensamos en un lago, probablemente se nos viene a
la mente un lugar limpio y puro. Eso está muy lejos del caso del Lago Karachay,
situado en Rusia Occidental y el que pese a su belleza natural, es conocido por
ser el lugar más contaminado del planeta, según la declaración sobre gastos
nucleares del Worldwatch Institute.
Y es que este cuerpo de agua fue usado como vertedero de
residuos radiactivos de la planta nuclear de Mayak, construida en la década de
los ’40 en la ciudad de Cheliábinsk. De hecho, posee 4.44 exabequereles (EBq)
de radioactividad, de éstos 3.6 EBq corresponden a Cesio-137 y 0.74 EBq a
Estroncio-90. Si lo comparamos con el desastre de Chernóbil, éste generó entre
5 y 12 EBq y no se concentraba en la misma área.
Esto significa que bastaría con que pongas los pies
durante una hora en la orilla del lago para recibir una dosis de radiación de
600 roentgen, según se determinó en 1990.
Producto de una sequía, en 1968 el lago Karachay se secó
y esparció polvo radiactivo a través de la ciudad, contaminando a cerca de 500
mil personas. Por eso, para evitar que el sedimento se propagara, entre los
años 1978 y 1986 se llenó el lago con alrededor de 10.000 bloques de cemento
Según indica Daily Mail, cuando se conoció que era la
zona más contaminada del planeta en 1992, se conoció que la región de
Cheliábinsk tuvo un aumento de 21% en desarrollo de cáncer, 25% en defectos de
nacimiento, y 41% en la leucemia.
Asimismo, en el cercano río Techa, en la que varios
pueblos dependían del agua de éste, un 65% de los habitantes se vieron
afectados con enfermedades atribuidas a la radiación.
En la actualidad, grandes extensiones de terreno en
Cheliábinsk permanecen inhabitables como resultado de la contaminación de los
ríos aledaños y pese a que la superficie del lago Karachay es ahora más concreto
que agua, pero su contaminación todavía no ha sido contenida.
Según las estimaciones, aproximadamente mil millones de
galones de agua subterránea han sido contaminados, mientras gran parte de la
población local sigue sin conocer los niveles reales de la radiactividad en sus
productos agrícolas.
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