Ratas gigantes frente a minas antipersonal o casos de
tuberculosis. El titular de este artículo no corresponde a un aterrador futuro
distópico o, ni siquiera, a los personajes de un cuadro de «El Bosco», tan
solo, a la realidad de Tanzania.
Recientemente, la publicación Global Journal situaba a la
organización humanitaria Apopo entre las cien mejores ONGs del mundo. ¿Su
principal activo? Del todo original. Simples roedores.
«La rata gigante de "carrillos" (la Genus
Cricetomys puede alcanzar hasta un kilogramo y medio de peso) esuno de los
animales de olfato más sensible del planeta. Por ello, resulta perfecta para
detectar el emplazamiento de explosivos con trinitrotolueno o muestras
contaminadas por tuberculosis. Además, cuenta con una gran esperanza de vida
(hasta ocho años)», asegura a ABC Christophe Cox, consejero delegado de la
organización.
Para Cox, el proceso no puede ser más simple: Una vez que
las ratas abren los ojos a la edad de cuatro semanas, son entrenadas para
acostumbrarse a diferentes estímulos. Con esta premisa, en ambos casos
(tuberculosis y minas), se establece un sonido metálico como reforzador
asociado a un premio de comida. Posteriormente son añadidas diferentes
muestras, tanto negativas como positivas, para condicionar su reacción ante la
respuesta correcta. Conseguido esto, ya solo se trata de perfeccionar la
detección. El «perro de Pavlov», versión rata africana.
Y los números son asombrosos. Solo en la ciudad tanzana
de Morogoro (sede de la organización), 64 nuevas ratas fueron acreditadas el
pasado año para la detección de armamento. Unos animales que sirvieron para
neutralizar más de 2.400 minas antipersonal en la vecina provincia de Gaza
(Mozambique), hasta entonces, uno de los lugares del mundo más afectados por
este mal. Mientras, otros 54 roedores ya han sido certificados en el mismo
centro, en este caso, para detectar muestras contaminadas de tuberculosis.
Mucho futuro
En este sentido, y aunque menos espectacular, el uso de estos animales quizá resulte aún más valioso. En la actualidad, cada paciente infectado de tuberculosis (no tratado) puede contagiar a más de una decena de personas en apenas doce meses. Por ello, el lograr un diagnóstico acelerado y correcto resulta determinante. «Tras 9 meses de entrenamiento, una rata puede analizar más muestras en diez minutos que un técnico de laboratorio en un día», aseguran desde la organización.
Así que, dados los resultados, no resulta extraña la
expansión de horizontes. A día de hoy, y al margen de su centro operativo en
Tanzania, Apopo cuenta con proyectos en Camboya, Tailandia (588 minas
neutralizadas) y Angola (16 ratas entrenadas el pasado año para la detección de
explosivos).
Quizá, desde ahora, encontrar una rata deje de ser
símbolo de insalubridad.
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