Los menores que los padecen reducen sus porciones de
comida, evitan alimentos altos en calorías y presentan ansiedad o depresión.
Nadar al aire libre, jugar con la mascota de la familia y disfrutar un cono de
helado es parte de la rutina veraniega en la vida de una típica niña de nueve
años.
No para Sarah Smith. Cuando era niña, Smith (cuyo nombre
fue cambiado para proteger su privacidad) se formó hábitos que eventualmente la
llevarían a desarrollar tanto bulimia, como anorexia nerviosa, padecimientos
con los cuales aun está lidiando hoy en día.
Smith recuerda que sus padres utilizaban un sistema de
recompensas y castigos a través de la comida. Cuando se portaba bien, le daban
golosinas; si se portaba mal, le prohibían los dulces y botanas.
"Creo que fue una mezcla de restringir
intencionalmente mi comida y el tratar de encontrar la comida que mis padres
ocultaban", dijo Smith. "Aun durante mi niñez, se volvió una
obsesión”.
En 1989, año en que Smith nació, los trastornos
alimenticios en los niños eran raros. Hoy en día son mucho más comunes.
Un estudio realizado por la Agencia de Investigación de
Cuidados de la Salud demostró que las hospitalizaciones a causa de trastornos
alimenticios en niños menores de 12 años aumentaron en un 119% entre 1999 y
2006. No se cuenta con cifras más recientes, pero los expertos dicen que el
problema no está mejorando.
Los niños llegan a su consultorio presentando síntomas de
desnutrición, dice la dietista Page Love. A menudo presentan bajos niveles de
energía, recuentos bajos en los niveles de hierro y muestran pérdida de cabello
ocasionada por la pérdida extrema de peso.
La mayoría, como Smith, no reconocen que sus hábitos
restrictivos son en realidad un trastorno alimenticio que, en última instancia,
podría ser fatal.
Dina Zeckhausen es psicóloga y fundadora de la Red de
Información sobre Trastornos Alimenticios. Ella trata a niños de tercer y
cuarto grado que ya están preocupados por ser gordos.
"Hay tanto énfasis sobre la obesidad", dijo
Zeckhausen, “que existe el peligro de crear demasiada ansiedad en los niños en
torno al peso”.
Zeckhausen dice que imponerles dietas a los niños con
sobrepeso puede desencadenar una obsesión con la comida, que podría conducir
entonces a padecer un trastorno alimenticio. Se recomienda hacer que los niños
con sobrepeso practiquen algún deporte, o volverse más activos como familia,
además de proveer opciones más saludables para comer.
Los niños en riesgo de padecer un trastorno alimenticio
comparten rasgos de personalidad similares: mucha ansiedad, perfeccionismo y
tendencias obsesivo-compulsivas, de acuerdo con Zeckhausen. También a menudo
son objeto de presiones externas, como el acoso escolar, el abuso o el divorcio
de los padres. Restringir la ingesta de alimentos es una forma en la que un
niño pretende sentir que tiene el control de su vida.
"El trastorno alimenticio es la voz", dijo
Love. "Es una forma de comunicarse (y decir): estoy luchando. Estoy
herido. Necesito ayuda”.
Los padres de Smith no se dieron cuenta de que algo malo
sucedía sino hasta que cumplió 13 años. Además, su trastorno alimenticio no fue
tratado profesionalmente sino hasta que tenía 17 años. Como resultado, Smith ha
entrado y salido de hospitales para su tratamiento prácticamente toda su vida.
Los expertos dicen que recibir ayuda a temprana edad es
la clave para un tratamiento eficaz.
"Mientras más tiempo se viva padeciendo un trastorno
alimenticio, se incrementa el potencial de que ocurran daños físicos y
psicológicos", dijo Zeckhausen. "Es particularmente importante estar
en recuperación antes de que comience la pubertad, para que así el niño pueda
aceptar y lidiar con el aumento de peso propio de esta etapa”.
Love dice que la mayor parte del tiempo conoce a padres
que dicen: "No me di cuenta que mi hijo había perdido tanto peso hasta que
lo vi en un traje de baño".
"Desafortunadamente, algunos de estos padres no se
dan cuenta de esta pérdida de peso hasta que ya es muy significativa",
añadió Love.
Un repentino cambio en el tamaño de las porciones
ingeridas, evitar los alimentos que antes disfrutaba, aquellos altos en
calorías y la pérdida de peso repentina son señales de advertencia de que un
niño está desarrollando un trastorno alimenticio.
Smith dijo que su familia no reconoció que su trastorno
alimenticio era un problema. Ahora, una década y media más tarde, todavía está
luchando contra ello.
"Creo que lo que yo les recomendaría sería hacer su
mejor esfuerzo para no engañarse a sí mismos”, dijo Smith como consejo para los
niños que sufren de un trastorno alimenticio.
"Existe gente, incluso si no
están cerca, que están llenos de compasión y desean ayudar”.
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