Investigadores en la Universidad de Washington son hoy
los primeros en indicar una posibilidad viable de demostrar que habitamos en el
mundo de Neo, Morpheus y Trinity.
(1) La especie humana probablemente se extinga antes de
llegar a un escenario "posthumano".
(2) Es muy poco probable que cualquier civilización posthumana ejecute un gran número de simulaciones de su historia evolutiva.
(3) Estamos seguramente viviendo en una simulación computarizada.
Son los tres argumentos que propone el profesor Nick
Bostrom, de la Universidad de Oxford, en su ensayo publicado en el 2003 que
trata sobre el argumento de la simulación, en otras palabras, nuestra vida en
la Matriz o The Matrix. Por supuesto, nos estamos adentrando en aguas algo
filosóficas que se cuestionan la naturaleza de la realidad, sin embargo, más
allá de lo interesante y divertido que es pensar en ello, es la primera vez que
un equipo de investigadores asegura que es probable comenzar a probar su
potencial, a buscar evidencias que afirmen o descarten probabilidades.
“La creencia de que existe una posibilidad significativa
de que un día nos convertiremos en posthumanos que ejecutan simulaciones
ancestrales es falsa, a menos que, actualmente, estemos viviendo en una
simulación”, explica subrepticiamente el profesor Bostrom.
Ciertamente, esto es cosa de Neo. Sin embargo, investigadores en la Universidad de Washington aseguran que ya se puede comenzar a hacer experimentos para indagar señales que indiquen que vivimos en un Cosmos simulado.
“Hay signaturas específicas que nos hablan de las
limitaciones de recursos que posiblemente existan en las simulaciones actuales,
así como en las simulaciones en un futuro lejano, como la huella de una red
subyacente, si una es utilizada para modelar la continuidad del espaciotiempo”,
explica Martin Savage, profesor de física de la Universidad de Washington.
Las supercomputadoras que realizan cálculos de cuántica
cromodinámica de redes dividen, esencialmente, el espacio-tiempo en una
cuadrícula de cuatro dimensiones. Esto permite que los investigadores examinen
lo que se llama la fuerza nuclear fuerte, una de las cuatro fuerzas
fundamentales de la naturaleza que une las partículas subatómicas llamadas
quarks y gluones, en neutrones y protones dentro del núcleo de los átomos.
“En la actualidad, los superordenadores con la técnica
cromodinámica pueden simular sólo una porción muy pequeña del universo, en la
escala de la 100 billonésima parte de un metro, un poco más grande que el
núcleo de un átomo”, dijo Martin Savage, profesor de física en la Universidad
de Washington.
¿Qué piensan los simuladores?
Se piensa que el poder computacional sólo incrementará y
que, eventualmente, las simulaciones más potentes serán capaces de modelar en
la escala de una molécula, luego de una célula y después hasta de un ser
humano. Pero no estamos cerca de ese camino ahora mismo, de hecho, hará falta
una cantidad enorme de generaciones de simulaciones computacionales para poder
simular aunque sea un pedacito del Universo conocido, sólo entonces podría
indicarnos un poco sobre las limitaciones en los procesos físicos que
indicarían que estamos viviendo en un modelo computacional.
Es como zambullirse en las asombrosas explicaciones sobre
el origen del universo del filósofo Quentin Smith de la Universidad de Michigan
quien explica en uno de sus ensayos que “la singularidad de la gran explosión
en nuestro espacio temporal es la singularidad de un agujero negro en otro
espacio temporal y este último espacio temporal tiene una singularidad de gran
explosión que es la singularidad de un agujero negro en un tercer espacio
temporal; y así ad infinitum. Esta hipótesis, yo argumento, explica la
existencia, las condiciones iniciales y las constantes físicas básicas de
nuestro Universo”.
De la misma forma, pensar en un universo simulado origina
todo tipo de preguntas; la mayoría aún sin respuestas claras. Bostrom lo
explica de la siguiente manera:
“Si nos encontramos en una simulación, ¿es posible que lo
podamos saber con certeza? Si los simuladores no quieren que lo averigüemos,
entonces, probablemente nunca lo sabremos.
Pero si deciden revelarse a lo mejor
te aparezcan como una de esas ventanitas tediosas que se abren frente a ti
(pop-up) o te carguen o te “suban” (upload) a su mundo. Otro acontecimiento que
nos permitiría concluir con un alto grado de confianza de que estamos en una
simulación, es si alguna vez alcanzáramos el punto en que podemos ejecutar
nuestras propias simulaciones. Si comenzamos a ejecutar simulaciones, sería una
evidencia fuerte en contra de (1) y (2), lo que nos dejaría sólo con (3)”.
¿Es posible demostrarlo?
Muy difícil imaginarlo. De hecho, Savage y sus colegas
Silas Beane, de la Universidad de New Hampshire y Zohreh Davoudi, también de
Washington, son los primeros en sugerir que esta exótica idea pueda ser
verificable. Ellos proponen que la señal podría aparecer como una limitación de
la energía en los rayos cósmicos.
“Si conseguimos hacer las simulaciones lo suficientemente
grandes, debería surgir algo así como nuestro universo”, dijo Savage. “En ese
caso, sería cuestión de buscar una signatura con un análogo en las actuales
simulaciones a pequeña escala”.
En un artículo que han publicado en arXiv, un archivo en
línea para versiones previas de documentos científicos en diversos campos,
incluyendo la física, dicen que los rayos cósmicos de alta energía no viajarían
a lo largo de los bordes de la red en el modelo sino que se verían viajando
diagonalmente. Tampoco interactuarían igualmente en todas las direcciones, como
se esperaría que hicieran.
Si tal concepto resultara ser realidad, aumentaría
también otras posibilidades. Por ejemplo, Davoudi sugiere que si nuestro
universo es una simulación, entonces los que la dirigen podrían estar
ejecutando otras simulaciones también, esencialmente creando otros universos
paralelos al nuestro.
“La pregunta sería entonces, ¿podríamos comunicarnos con
esos otros universos si se están ejecutando en la misma plataforma?”, expresó.
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