Cuando una persona siente miedo, experimenta la sensación
de encontrarse ante un peligro amenazador de lo que al fin y al cabo, acaba
siendo su propia vida.
Toda amenaza interna o externa termina constituyendo una
fuente de ansiedad para la persona. Se puede tener miedo de todo en general, de
nada en particular o de algo determinado y localizado. Sin embargo, muchas
veces no se conocen las razones que anteceden y que provocan esa sensación de
ansiedad o miedo.
Algunas personas invierten gran cantidad de energía
defendiéndose de miedos que ni siquiera entienden, y tampoco se centran en
investigar la naturaleza de aquello que temen y desean evitar.
En ocasiones, las amenazas surgen como percepciones,
emociones, pensamientos o recuerdos. Aparecen como señales de alarma que
advierten de un peligro hacia el propio bienestar.
El reflejo de la ansiedad o el miedo en el cuerpo puede
manifestarse de numerosas maneras, aunque si hacemos referencia a una de las
formas más violentas y repentinas, debe nombrarse entonces a la crisis de
angustia o ataque de pánico.
Según el DSM-IV (American Psychiatric Association,1994),
una crisis de angustia (panic attack) consiste en la aparición temporal y
aislada de miedo o malestar intensos cuyos síntomas (cuatro o más), son los
siguientes:
Palpitaciones, sacudidas del corazón o elevación de la
frecuencia cardíaca
Sudoración
Temblores o sacudidas
Sensación de ahogo o falta de aliento
Sensación de atragantarse
Opresión o malestar torácico
Náuseas o molestias abdominales
Inestabilidad, mareo o desmayo
Desrealización (sensación de irrealidad) o despersonalización (estar separado de uno mismo)
Miedo a perder el control o volverse loco
Miedo a morir
Parestesias (sensación de entumecimiento u hormigueo)
Escalofríos o sofocos
Sudoración
Temblores o sacudidas
Sensación de ahogo o falta de aliento
Sensación de atragantarse
Opresión o malestar torácico
Náuseas o molestias abdominales
Inestabilidad, mareo o desmayo
Desrealización (sensación de irrealidad) o despersonalización (estar separado de uno mismo)
Miedo a perder el control o volverse loco
Miedo a morir
Parestesias (sensación de entumecimiento u hormigueo)
Escalofríos o sofocos
El inicio de los síntomas es brusco y alcanza su máxima
expresión en los primeros 10 minutos.
¿Qué hay detrás de todo esto?
Cuando una persona se cuestiona la funcionalidad de sus
propias sensaciones, de sus síntomas y busca ayuda, muy probablemente acabará
descubriendo las razones subyacentes de lo que le sucede y mejorará
indiscutiblemente su calidad de vida.
Ignorando las señales y sus causas no resultará extraño
que el miedo sea protagonista y rasgo intrínseco a la propia persona,
desgastando su energía y minando su propio estado emocional.
Mientras se aprende a luchar contra todo esto, existen
pautas dirigidas a afrontar situaciones de crisis.
Las diez reglas para afrontar el pánico de
Mathews et al.1981, son las siguientes:
Recuerda que las sensaciones no son más que una
exageración de las reacciones corporales normales al estrés.
No son , en absoluto, perjudiciales ni peligrosas;
solamente desagradables. No sucederá nada peor.
Deja de aumentar el pánico con pensamientos atemorizantes
sobre lo que está sucediendo y a dónde podría conducir.
Observa lo que está sucediendo en tu cuerpo realmente
ahora, no lo que temes que pudiera pasar.
Espera y deja tiempo al miedo para que pase. No luches en
contra, ni huyas de él. Simplemente acéptalo.
Observa que cuando dejas de aumentarlo al añadir pensamientos
atemorizantes, el miedo comienza a desaparecer por sí mismo.
Recuerda que el objetivo fundamental de la práctica es
cómo afrontar el miedo sin evitarlo. Por tanto, ésta es una oportunidad de
progresar.
Piensa en el avance que has conseguido hasta ahora, a
pesar de todas las dificultades. Piensa en lo satisfecho que estará cuando lo
consiga esta vez.
Cuando comience a sentirse mejor, mire a su alrededor y
empiece a planear qué va a hacer a continuación.
Cuando estés preparado para continuar, comienza de forma
tranquila y relajada. No hay necesidad de esfuerzo, ni prisas.
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