lunes, 11 de junio de 2012

SÍNTOMAS DE CRISIS DE ANGUSTIA


Clínicamente la angustia es el miedo sin saber a qué. El miedo normal es una reacción con componentes psicológicos y corporales. El miedo y la angustia forman parte de la respuesta normal del individuo, con reacciones necesarias para la supervivencia. 

Como en todas las neurosis, una reacción que originalmente es normal y útil para la supervivencia se desvirtúa al aumentar tanto en intensidad y frecuencia que, en lugar de  ser
 un mecanismo defensivo provechoso, se convierte en una fuente de sufrimiento y de incapacidad. Si esta respuesta desproporcionada se hace crónica estamos ante una neurosis de ansiedad o neurosis de angustia.

Las neurosis de angustia suelen predominar en el sexo femenino y su edad de inicio es entre los 20 y los 40 años. Las cifras que se tienen oscilan entre un 15 y un 25% de probabilidad de incidencia de los trastornos de ansiedad a lo largo de la vida. 

La angustia puede aparecer de dos formas: en un   estado  permanente de ansiedad o en ráfagas de angustia, separadas por intervalos de aparente normalidad. 

Crisis de angustia 

Consiste en la aparición repentina de la ansiedad en su máxima intensidad. La típica crisis se presenta generalmente de modo repentino, sin síntomas previos de aviso. No es raro que se desencadene durante el sueño, despertándose el paciente con los síntomas en toda su intensidad. 

Estas crisis se viven por el paciente como una señal de muerte inminente, la intensidad de sufrimiento es equivalente a la de alguien que nota que lo van a matar. Se acompaña de síntomas corporales de pánico: taquicardia, palpitaciones, respiración acelerada, sensación de ahogo o falta de aliento, náuseas o molestias abdominales, mareo, desmayo o aturdimiento, palidez, manos y pies fríos, sensación de opresión precordial que en ocasiones llega a ser dolor precordial, sudoración, parestesias (sensación de entumecimiento u hormigueo), miedo a   perder  el control o "volverse loco" y miedo a morir. 

La crisis suele durar unos minutos, pero puede persistir durante horas. Es tan viva la sensación de peligro para la vida durante la crisis (sobre todo por el dolor precordial), que el paciente acude a varios médicos no quedando tranquilo si se le afirma que no tiene nada del corazón, pues no le parece posible que síntomas tan alarmantes como los suyos no tengan una causa orgánica grave. 

Ansiedad generalizada 

Son manifestaciones permanentes, pero más leves, de ansiedad. Los síntomas no se presentan de forma tan aguda, producen una sensación de malestar generalizado y los síntomas suelen ser: palpitaciones, palidez, ganas de orinar, diarrea, sudor, temblor, dificultad para concentrarse, hablar o incluso para respirar. Lo frecuente es que se combinen las crisis de ansiedad con el estado ansioso generalizado y que el paciente entre sus crisis no esté normal, si no angustiado ante cualquier estímulo (ir en metro, alejarse de casa, acudir a una entrevista, etc). 

Para el diagnóstico de este trastorno lo primero que se debe observar es que el sujeto haya estado padeciendo la mayoría de los días, por no menos de seis meses, de una ansiedad excesiva y sobrepreocupación en relación a una amplia gama de situaciones y actividades. 

A su vez, el individuo tiene que haber tenido dificultades para controlar ese estado de constante preocupación y aprehensión, acompañados de al menos otros tres síntomas tales como inquietud, fatiga prematura, desconcentración, irritabilidad, tensión muscular y trastornos en el sueño.


Tratamiento

Durante las crisis de angustia se pueden administrar medicamentos ansiolíticos o tranquilizantes para proporcionar alivio sintomático al paciente. Posteriormente el tratamiento ha de ser psicoterapéutico con técnicas cognitivo-conductuales como la relajación, la exposición a estímulos angustiantes la desensibillización sistemática, el biofeedback, entrenamiento asertivo, etc.Las técnicas de relajación y el entrenamiento en respiración son fundamentales para el alivio ante las crisis, el miedo y la ansiedad anticipatoria. 

Igualmente se recomienda la terapia familiar y terapia de grupo para ayudar a las personas afectadas y a sus familiares a adaptarse a las dificultades psicosociales que trae aparejado este trastorno.
 

La combinación de estos tipos de tratamientos ayuda del 70 al 90% de las personas afectadas. Se puede apreciar una mejoría significativa de 6 a 8 semanas después de iniciarse el tratamiento.
 



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