Según Descartes, la glándula pineal era la que conectaba
cuerpo y alma. Para los hinduistas, es el tercer ojo. Fresia Castro propone
que, a través de su activación, podemos acceder a umbrales jamás soñados…
Conocemos el mundo a través de las limitadas capacidades
de nuestra anatomía. Somos materia densificada por fuerzas físicas que nos han
estructurado para ver, oler, oír, gustar y palpar de cierta forma. Si
cualquiera de estos sentidos nos falla, percibimos el mundo distinto, pero
¿quiere decir esto que el mundo es otro?
Si en vez de analizar el problema desde las carencias, lo
hacemos desde las potencialidades, podemos llegar a estados excepcionales.
Tenemos que aceptar, por ejemplo, que aún antes de ser materia física, somos
energía, razonamiento que pocas veces hacemos pero que es una verdad
científica.
Aunque nos admira, aceptamos fácilmente que un ciego se
desplace con habilidad, reconozca a las personas sin verlas, maneje
correctamente la denominación del dinero y desarrolle con fluidez acciones que
aún para los que tenemos dos ojos buenos suelen ser difíciles.
Nos cuesta aceptar, en cambio, mejorías prodigiosas,
clarividencias o contactos más allá del mundo que percibimos. Si las
experiencias en este plano son demasiado evidentes, las llamamos “milagros” o
experiencias extrasensoriales y las archivamos en la carpeta de lo extraño o de
los misterios indescifrables.
De la mano de Fresia Castro, hay un grupo de personas que
ha trabajado por más de dos décadas en la difusión de un método que permite
expandir nuestras capacidades. Partiendo del principio que somos seres de
energía y que el Universo es eso –energía pura –, el secreto está en armonizar
nuestra frecuencia electrónica elevándola a niveles que permitan abrir la
puerta y penetrar a mundos que, sin la debida preparación, no son accesibles.
Descifrando códigos
Fresia Castro es una periodista
chilena cuyo rasgo de personalidad fundamental es querer ver más allá de lo
aparente, su persistencia por investigar situaciones de difícil acceso y la
necesidad de difundir lo que va descubriendo. Esas características la llevaron
a admirarse ante un sueño revelador que la incitó, en estado consciente, a
seguir un camino dentro y fuera de Chile y descifrar los códigos que la
convencieron de la realidad que hoy transmite.
En Francia recibió las primeras
enseñanzas; tuvo los encuentros que su sueño le anunciaba y luego volvió a
Chile, en 1986, a instalarse en el desierto de Atacama, para descubrir los
símbolos ancestrales que la fueron guiando paso a paso hacia el cumplimiento de
lo que ella asumió como una tarea.
Internada en lugares que sólo
transitaban los escasos lugareños, llegó hasta un cerro tutelar cerca de la
aldea donde se veneraba a la Virgen negra, la Guadalupe de Ayquina: era la
señal que buscaba. Así, confirmó que las deidades negras estaban presentes en
todas las culturas ancestrales del planeta y que, simbolizando la materia prima
aún no manifestada, siempre aparecían en el momento precedente a una gran
revelación. Entonces, estableció allí su centro de observación, convencida de
que aquel era un vórtice creacional.
Sus experiencias y resultados
personales basados en el principio que, como seres de energía, emitimos
vibraciones, y el convencimiento de que existe una fórmula primaria de conexión
con nuestro origen –nuestro Arquetipo UNO – presente en nuestros propios códigos
genéticos que nos permitirá mejorar y conducir la vida en todas sus
dimensiones, la llevaron a desarrollar el método que hasta hoy utiliza para el
cumplimiento de su misión.
Luego de haber elaborado la
fórmula y ya aplicándola, Fresia fue recogiendo toda la información sobre los
cambios planetarios ocasionados por las transformaciones del universo, que
avalarían la base de su descubrimiento a través de los años: las tormentas
solares, la elevación de la frecuencia planetaria, los cambios en los campos
electromagnéticos y, como un hito de esta peregrinación, el reconocimiento
científico de lo que los físicos llaman la “energía oscura” una energía
desconocida, capaz de transmutar en materia oscura, elemento esencial en la
formación de las galaxias.
Este descubrimiento
(simbólicamente asimilable a las apariciones de las vírgenes negras), revelado
en 1998, vino a cuestionar la visión ortodoxa de la creación del universo, la
del Big Bang, la gran explosión creativa antes de la cual ni el tiempo ni el
espacio existían. Según los físicos, la energía oscura, cuya presión y densidad
son perfectamente medibles, necesariamente debió estar antes del Big Bang.
La puerta de entrada
Aceptado que somos seres de energía y parte de una
energía original llamada universo, y admitida también la necesidad de vibrar en
una frecuencia armónica con la frecuencia matriz para mejorar nuestras
condiciones de vida personal y de la Humanidad, surge la pregunta: ¿Cómo? Y la
respuesta de Fresia Castro: a través de un proceso de creación en que la
activación de la glándula pineal juega un rol determinante, que nos permite
encender nuestro equipo electrónico.
Ella nos recuerda que poseemos un cerebro cuyas funciones
y capacidades conocemos y aprovechamos en un mínimo porcentaje. La glándula
pineal, que no es más grande que un poroto, está ubicada en el centro del
cerebro y produce una hormona – la melatonina – cuya misión es la regeneración
celular.
El mayor trabajo de esta glándula es en los primeros años
de vida, lapso en el cual el ritmo de crecimiento de los seres humanos no
volverá a replicarse. Después de los siete años, la glándula reduce la
producción de melatonina, pero continúa siendo la responsable de regular los
periodos de sueño y vigilia, así como los ciclos biológicos. Despreciada por la
ciencia durante mucho tiempo, investigaciones nuevas han reconocido que la
glándula pineal puede influir de manera directa en el sistema inmunológico para
actuar benéficamente frente a enfermedades como el cáncer, el sida o las
cardiopatías severas.
Aunque fuera sólo por estas propiedades o por sus
capacidades regenerativas, que han llevado a identificarla como “la hormona de
la juventud”, vale la pena mostrarle mayor atención y potenciar su actividad. “Pero también se ha comprobado que su
activación despierta un potencial creativo de tal magnitud que hace posible que
todas aquellas creaciones que queremos llevar a cabo se hagan realidad, cambiando
nuestra existencia, llenando nuestra vida de milagros cotidianos y rodeándonos
de armonía”, señala Fresia.
Por desconocimiento de nuestra naturaleza y
potencialidades, tenemos la tendencia a separar la materia del espíritu;
consideramos nuestro cuerpo – incluido el cerebro – como un material
disgregable y situamos los sentimientos y el espíritu fuera de él, como entes
que pueden o no ser considerados y desarrollados. Y en este cuadro una glándula
tan pequeña como la pineal, y cuyos atributos han sido tan acotados,
prácticamente puede ser ignorada.
Al respecto, Fresia señala que el avance tecnológico y la
divulgación científica de hoy nos permiten comprender a nuestro ser humano como
un equipo electrónico compuesto por un chip central, chips secundarios y
microchips, conformando una red energética que debería funcionar perfectamente;
pero el bajo voltaje en que funciona no permite que la red de encendido, si
podemos usar ese término, se active en toda su potencia. La mejor prueba la
tenemos en nuestro cerebro, cuyas redes neuronales no hacen sinapsis (contacto)
sino en forma limitada. De ahí que no haya mayor interacción hemisférica, lo
que trae como consecuencia, entre otras cosas, acceso parcial a la información
necesaria para actuar.
“Por supuesto –agrega-, hay una razón para que esto ocurra
de este modo, y también hay otra razón para saber que podemos salir de ese
estado de limitación, y esa es la piedra angular en el funcionamiento de esta
técnica. A partir de ahí, la glándula pineal, como resultado biológico de ese
centro de energía o chip principal, una vez activado a su potencia original,
será la encargada de manifestar sus cualidades originales, sin importar si está
atrofiada o incluso inexistente”.
Ver y entender
A partir de la observación del
universo podemos elaborar una teoría; después, son los propios fenómenos
naturales que ocurren en este universo los que van reafirmando, ampliando,
enriqueciendo dicha teoría. En este caso, ha sido la experiencia corroborada en
el tiempo el camino que ha recorrido Fresia Castro. Para ilustrarlo, en sus
libros, en sus conferencias, en la película La Conexión, ella relata una de las
experiencias más simples que vivió en el desierto y en la cual pudo leer una
confirmación de que estaba en el camino correcto y que los conocimientos que
iba adquiriendo escribían sus lecciones en la naturaleza:
“Un día, al amanecer,
me detuve en un paraje solitario y me senté a meditar. A mis pies, un pequeño
charco de agua congelada captó mi atención. Me quedé observándolo mientras el
ascenso del sol elevaba la temperatura ambiente produciendo el descongelamiento
y evaporación del agua. En un momento determinado, escuché un estallido y, al
buscar la fuente del ruido, vi la violenta fragmentación de una roca. Comprendí
entonces que la flexibilidad del agua para armonizar su frecuencia elevándola a
las vibraciones que la naturaleza iba subiendo a medida que se exponía al sol,
le permitía transmutar de un estado a otro sin desintegrarse. Pero no ocurría
lo mismo con la roca dura y resistente: su incapacidad de elevar sus
vibraciones la condujo a la desintegración”.
En un planeta que está cambiando;
en un universo que se expande, en una Humanidad cuyas polaridades se potencian
día a día, en un mundo saturado de informaciones, los seres humanos tenemos la gran
posibilidad de tomar posiciones y controlar la manera de sumarnos a los
cambios. Trabajar desde dentro de nosotros para acceder y dirigir las energías
superiores es una oportunidad que no deberíamos desperdiciar. Y uno de los
caminos está señalado a través de la activación de la glándula pineal.
Al invitarnos a compartir esta
visión y este método, Fresia Castro nos recuerda que “para crear
conscientemente es indispensable conocer y respetar las leyes universales. La
primera de ellas es la aceptación. Aceptar nuestro vínculo con la fuente
generadora, elevar los brazos para aceptar lo que queremos que entre en
nosotros: el mayor fluido creativo del universo: el amor, que es una corriente
electrónica. Cuando comprendemos que desde el ser-energía podemos dar una orden
creativa consciente para encender nuestro equipo electrónico, éste se prende”.
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